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Otra linea mas formidable en su conjunto, con muchos torreones de trecho en trecho, separaba á la Alhambra y la ciudadela de los parques, el Jeneralife, etc.; y por último, los palacios mismos de las residencias de la Corte estaban separados de la masa que componía la ciudadela, dividida en muchas calles con jardines, donde sin duda habitaban las familias cortesanas y acaso una parte de la guarnicion.

Al lado izquierdo del arroyo se destacan vastas y hermosas arboledas, magníficas quintas y residencias suntuosas, y los edificios modernos que son los atractivos principales de Báden: la Casa de Conversacion y la Trinkhalle ó galería de las aguas medicinales que dan tanta celebridad á la pequeña ciudad promiscua.

Durante la ausencia de mi pobre padre, arrancado casi moribundo de su casa, en el momento de morir mi madre, y ausentes además sus hijos, se olvidaron de que la difunta había manifestado varias veces su preferencia por el cementerio de Saint-Point, a la sombra de la pequeña iglesia de la aldea, en aquel valle tranquilo y delicioso donde gustaba tanto su piedad de recogerse durante sus residencias veraniegas.

Sus hermosas carreteras, que giran por encima de ondulosas y altas colinas ó por el fondo de preciosos vallecitos; sus magníficos bosques de suntuosa vegetacion; sus numerosos castillos campestres admirablemente situados; sus deliciosas residencias de príncipes, como la de la Favorita, y sus pintorescas aldeas agrícolas y laboriosas de las riberas del Mürg, tienen mil atractivos para el excursionista.

Venía en seguida la señora del ministro, joven, elegante, y respirando aún la atmósfera aristocrática de los salones de Viena, última de las residencias diplomáticas de su marido. Pocas mujeres he visto en mi vida más valerosas y serenas; jamás una queja, y en aquellos momentos que hacen perder la calma al hombre de temperamento más tranquilo, una leve sonrisa siempre o una palabra de aliento.

La bahía es estrecha, pero bastante bien abrigada, y pintoresca por el contraste de las embarcaciones con todas las banderas del mundo y por el juego que hacen algunos fuertes sobre el fondo gris de las colinas, las bellas quintas de las cercanías, con elegantes azoteas y jardines, los grupos de palmeras, de naranjos y otros árboles pequeños, mantenidos con mucho esmero y fuertes gastos, porque la tierra no es bastante vegetal, y todo el conjunto gracioso de las casas de la ciudad, que tienen la forma de pequeños castillos ó de campestres residencias.

A todo esto, el invierno se había acabado; los salones se cerraban; las tertulias se deshacían; en el Real había terminado su temporada la compañía de celebridades italianas, cuyos gorgoritos había pagado la gente rica con sumas increíbles, y las que querían aparentar que también lo eran, con el fondo del baúl, las rebañaduras de la despensa y con algo más sagrado que no se recobra jamás una vez que se ha vendido; y «el mundo elegante», sin salones, sin tertulias y sin Real, dispersábase errabundo y como desorientado, a tomar el sol, como los simples mortales, por las encrucijadas del Retiro y los amplios arrecifes del Prado y de la Fuente Castellana; paréntesis de hastío en la alegre vida de las gentonas pudientes, que sólo había de durar el tiempo preciso para que el calorcillo primaveral templara el ambiente serrano y se bebiera las charcas del camino por donde habían de ir desfilando aquéllas en busca de sus costosas, pero entonadas, residencias de verano.

Así lo sintieron los antiguos vascos, nobles descendientes de los íberos, nuestros abuelos: por el anhelo de libertad y altiva valentía, construían sus residencias al borde de las fuentes, á la sombra de los grandes árboles, y más aún que su fiereza, el amor á la naturaleza aseguró durante siglos su independencia.

Y no pocos religiosos entre seglares y militares emprendían peligrosos viajes, como diputados del país, lo cual unido á las estrictas residencias que se formaban entonces ante los ojos del Archipiélago á todos los gobernantes, desde el Capitán general hasta el último, consolaban no poco y tranquilizaban los ánimos lastimados, satisfaciendo, aunque no fuese más que en la forma, á todos los descontentos.

Los habitantes de Munich pasean sus alegrías del domingo sobre ese hermoso lago y dentro de los abiertos parques de las residencias que lo circundan. La guerra no había alterado esta costumbre: El día que yo pasé en él, al borde del agua, estaban atestados de gente los merenderos, gruesas señoras sentadas en corro ahuecaban sus faldas sobre las praderas.