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Guillén Perez de Caldés, Caballero anciano de Cataluña, llevaba el estandarte del Rey de Aragon, Fernan Gori el de Don Fadrique Rey de Sicilia, que olvidados de sus Príncipes, jamás olvidaron su memoria. El de San George dieron á Gimeno de Albaro, y Rocafort encomendó el suyo á Guillén de Tous.

»Al oír estas palabras, aquellos señores se olvidaron de , pues el apetito que tenían, como buenos cazadores, no les permitía pensar más que en comer; en verdad no tenían otra cosa que hacer. »A los primeros instantes de silencio, sucedió una conversación animada y ruidosa como en el final de una asamblea.

Ella en seguida, confusa y atemorizada, apartó el rostro; mas él, buscándole la mirada para leerle el pensamiento, le cogió la cara entre las manos y permaneció contemplándola. El instante fue sublime. A Juan se le olvidaron las teorías de conquistador, el cálculo, la lástima, la astucia, todo, hasta el temor a las consecuencias, mezquina consideración que acibara grandes placeres.

Yo he sido en esto poco práctico, siéndolo tanto en otras cosas; pero ya que se me olvidaron los papeles en el caso este de hacer el pollo a los sesenta y nueve años, voy a recogerlos para prevenir las malas consecuencias. Ahora es preciso que me ocupe más de ti que de . Yo, poco puedo durar...». No... ¡qué tontuna! dijo Fortunata, aquella vez más piadosa que sincera.

A ella dedicó el mismo Abd-el-rhaman los tan famosos versos: tambien, insigne palma, eres aqui forastera; De Algarbe las dulces auras tu pompa halagan y besan: En fecundo suelo arraigas y al cielo tu cima elevas: Tristes lágrimas lloráras, si cual yo sentir pudieras: no sientes contratiempos, como yo de suerte aviesa; A de pena y dolor contínuas lluvias me anegan; Con mis lágrimas regué las palmas que el Forat riega; Pero las palmas y el rio se olvidaron de mis penas.

Las cosas de la industria pertenecían á las mujeres. ¿Cómo podía interesar á los hombres un armatoste metálico?... En cambio, las muchachas de la Guardia sentíanse atraídas de un modo irresistible por este objeto enorme y desconocido. Al verlo, latían en su interior confusos instintos, y fué tan fuerte su curiosidad, que hasta olvidaron la disciplina.

6 Ovejas perdidas fueron mi pueblo; sus pastores las hicieron errar, por los montes las descarriaron; anduvieron de monte en collado, se olvidaron de sus majadas. 7 Todos los que los hallaban, los comían; y decían sus enemigos: No pecaremos, porque ellos pecaron contra el SE

Todo esto lo de buena tinta, por habérmelo asegurado y descrito un valiente capitán y gran viajero, el señor Farfán de Setién, que descansó en Belmonte á su paso para Southampton y nos refirió sus viajes, descubrimientos y aventuras en el refectorio, con detalles tan curiosos é interesantes que muchos hermanos se olvidaron de comer por el placer de escucharle sin perder una sílaba de su relato.

Quieren decir que supo muchas cosas que después se olvidaron; unas han vuelto a descubrirse; otras quizá no se descubran nunca de nuevo.

Temerosos éstos, ó de que viniesen sobre ellos las armas portuguesas á vengar la muerte de los suyos, ó llevados del interés, se pasaron y vinieron á vivir en el país ya dicho; y aunque pocos entonces, pues apenas pasaban de cuatro mil, ahora están muy numerosos, pues pasan de veinte mil, viviendo sin forma de pueblo, en tropas, y dándose á correr y robar las tierras circunvecinas; y por el deseo de carne humana, de que gustaban mucho, hacían á muchos de ellos cautivos; y cebados por muchos días, como se hace en Europa con los animales de cerda, celebraban banquetes de cruelísima alegría, con lo cual se hicieron formidables á los confinantes; y sólo con la venida de los españoles olvidaron la inhumana costumbre de comer carne humana, pero no la crueldad; de suerte que se dice haber destruído y aniquilado hasta el presente más de ciento y cincuenta mil indios.