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Así, después de haber dado rienda suelta a su enfado, se resignó la anciana dama a que Beatriz tomase lecciones de acuarela: por ende todos los días, entre una y dos de la tarde, instalábase la huérfana en una silla al lado de Fabrice para dibujar a la vista de éste, ya un paisaje, ya un motivo de arquitectura, si bien por atendibles razones de decencia, nunca se apartaron de debajo de las ventanas del castillo, donde, por otra parte, encontraban suficiente tema de estudio, ora aquel señorial edificio, ora en las rientes circunvecinas campiñas.

Sobre el espacio que se recorre en estas dos jornadas se ven ademas algunos puentes construidos por los salvages Sirionos , que moran en las selvas circunvecinas, sin jamas inquietar á los naturales de Moxos.

Llegado, pues, el temeroso día, y habiendo mandado el duque que delante de la plaza del castillo se hiciese un espacioso cadahalso, donde estuviesen los jueces del campo y las dueñas, madre y hija, demandantes, había acudido de todos los lugares y aldeas circunvecinas infinita gente, a ver la novedad de aquella batalla; que nunca otra tal no habían visto, ni oído decir en aquella tierra los que vivían ni los que habían muerto.

Ademas, una cocina con su chimenea de 29 metros que arroja el humo en medio del bosque superior, un refectorio, una gran sala, sacristía, dos gabinetes, varias celdas, algunas ventanas que dan vista al enorme abismo y las campiñas circunvecinas, una caballeriza, en fin un sótano donde se encuentra un manantial de agua deliciosa. Qué de trabajo empleado allí!

Y de lo dicho deduje que tenía un caudal «atroz», y una suerte báaarbara para los negocios, por lo cual esperaba acrecentar sus caudales hasta lo absuuurdo; que no era el mismo hombre «tope a toope» con una dama como yo, que «cara a caara» con el ministro de Hacienda «para plantear un asunto de sus especulaciones... y tal y demás», y hacerse plaza y lugar entre los más respetados en aquellas regiones y las circunvecinas, porque no todas las gentes servían para todo; que si le faltaban prendas para brillar entre las damas tanto como campaba en el «mundo financiero», no era esa una razón para que él renunciase al propósito, bien honrado, de que lucieran en gloria y bienestar de una mujer de su agrado, «de estas prendas y las otras... y tal y demás», los esplendores de sus caudales; y que si no, ¿para qué los quería?

Esta es la denominacion que se han dado los naturales de la nacion mas guerrera, mas temible y anómala que se encuentra en la provincia de Moxos. Los Españoles que habitan las provincias circunvecinas no los designan bajo otro nombre: los Jesuitas los llamaban Canicianas .

Cuatro días después la parroquia de San Francisco anuncia su intención de celebrar una misa y Tedéum en acción de gracias al Todopoderoso, etc., etc., invitando al vecindario a solemnizar con su presencia el acto. Las calles circunvecinas están empavesadas, alfombradas, tapizadas, decoradas.

Al observar el interior de la ciudad todas las construcciones presentan un aspecto que contrasta mucho con la frescura y lozanía de las campiñas circunvecinas: Ambéres, cuya poblacion no baja de 109,000 habitantes, y que en el siglo XVI llegó á contar hasta 200,000, es un vasto enjambre de cuadras enteramente desiguales é irregulares, calle y callejuelas tortuosas, estrechas, dislocadas en laberintos extravagantes, casi todas húmedas y sucias, muy mal empedradas y de aspecto por lo comun triste y vetusto.

El ancho sol rojo desciende en paz, inflamado y sin calor. Llega la noche, y roza con sus alas negras y húmedas, cuando pasa. Allá abajo, al nivel del suelo, vese un fogonazo, con el brillo de una estrella roja avivada por las tinieblas circunvecinas. En la escasa claridad que resta, apresúrase todo bicho viviente.

Hervía á borbollones el agua de la laguna con los ríos de azufre y betún derretidos que bajaban del volcán, quedando cocido todo el pescado de ella, el cual fué arrojado después á la playa por la resaca é inficionó el aire. Los truenos subterráneos y atmosféricos se oyeron en todas las provincias circunvecinas. En Manila se comía con candelas encendidas al medio día.