United States or New Zealand ? Vote for the TOP Country of the Week !


No imagines que deseo romper nuestras relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de tu cariño, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ¡Si supieras de qué modo te las paga mi corazón! ¡Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sueños!... Pero quiero que, al mismo tiempo que de mi amor, estés persuadida de mi lealtad.

¡Ay! decía; y yo que he prometido á tu padre cuidarte, ¡educarte y hacer de un abogado! ¡Me privaba de todo para que pudieses estudiar! En vez de ir al panguingui donde se juega á medio peso, solo me iba al de á medio real, ¡sufriendo el mal olor y las cartas sucias! ¡Mira mis camisas zurcidas!

El la toma por las dos muñecas, y sacudiéndola le dice con voz ahogada: ¿Pero sabes también que yo no soy más que un miserable, un ser vil y perdido, un borracho, que no sirve para nada? ¡Si me pudieses ver, te daría asco!... Las personas honradas se apartan de ; me he convertido para ellas en un objeto de repulsión... ¿Y te figuras que yo podría amarte?

Si te he de hablar con franqueza, no creía yo posible que pudieses salir de tu celda, débil como estás, baldado por los dolores y velados tus ojos de densa nube que desde hace algún tiempo apenas te deja ver distintamente las cosas, sino de un modo vago y confuso y como al través de una neblina. ¿Qué quieres de ? ¿Por qué has venido hasta aquí, con paso vacilante e incierto, a tientas y sin duda apoyándote en las paredes? ¿Qué es lo que de pretendes todavía?

LEONOR. ¡Si ver pudieses la lucha horrenda que mi pecho abriga! ¿Qué pretendes de ? ¿Que infame, impura, abandone el altar, y que te siga amante tierna a mi deber perjura? Mírame aquí a tus pies, aquí te imploro que del seno me arranques de la dicha; tus brazos son mi altar, seré tu esposa, y tu esclava seré; pronto, un momento, un momento pudiera descubrirnos y te perdiera entonces.

Viéndole tan activo, tan solicito, tan poseído de su papel de amo, me acometió un deseo punzante, que con dificultad logré reprimir, de preguntarle: «Vamos a cuentas, amigo mío: yo no dudo que amases entrañablemente a tu padre; pero si por un movimiento libérrimo y absolutamente secreto de tu voluntad pudieses resucitarle para entregarle de nuevo ese título y esa gran fortuna que ahora posees, ¿lo harías? ¡No mientas! ¿lo harías...?» Después de esto le he tropezado muchas veces en sociedad, saludado, acatado por todo el mundo.

No; yo no me he burlado; yo quise confortarte, puse los medios para conseguirlo, y lo hubiera conseguido si no fueses tan descontentadizo y caviloso. Antes de que mi magia se emplease en ti, no habías sido héroe y además dudabas de que pudieses serlo. Ahora, aunque puedes dudar de que en realidad lo hayas sido, no puedes dudar del poder que para serlo había en tu alma.

»El pensamiento que me agita estos días es el de suplicarte que aplacemos todavía algún tiempo nuestro matrimonio. No te enfades, Ricardo mío, y sigue leyendo con calma. Estoy segura de que lo primero que se te ocurre pensar es que no te quiero. ¡Cómo te equivocarás si lo piensas! Si pudieses leer en mi alma, verías que tu amor tiene avasallada mi conciencia, lo cual deploro amargamente.

Pero debes reconocer que esas cosas no sirven de gusto a nadie, y como , queriendo resarcirme en cierto modo de la amarga impresión que dejó en mi ánimo la desdichada aventura te opusiste a presentarme a tu tutor y contrajiste solemne compromiso de hacerme en adelante cuantos favores pudieses, he creído conveniente recordarte tu crimen para recordarte tu promesa, ya que hoy necesito que me ayudes.