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Y el joven que a la misma hora se hallaba cruzado de brazos, con la cabeza inclinada sobre el pecho, frente a un retrato de mujer, ¿acaso sonreía?... No, no; tampoco sonreía. El prelado vino a la reja y dijo a la novicia: Ya no te llamarás María Magdalena, sino María Juana de Jesús. La novicia fue a postrarse delante de la abadesa, y besó con respeto el crucifijo de su rosario.

La belleza severa y correcta de aquella religiosa y su mirada límpida y firme le causaban una impresión que no se explicaba. En su pecho nació cierta inclinación extravagante hacia ella y vivo y ardiente deseo de ser su amiga o más bien su discípula, de postrarse ante ella y decirle: «¡Enseñadme, dirigidme!» ¡Oh, si le permitiera darle un beso por pequeño que fuese!

Ni olvidará tampoco su partida precipitada, sin dar tiempo a recoger el equipaje; cómo ensilló con sus propias inexpertas manos la yegua; cómo, desplegando una maestría debida a la urgencia, había montado, espoleado, salido a galope, ejecutando todos estos actos mecánicamente, cual entre sueños, sin aguardar a que se disipase el corto hervor de la sangre, sin querer ver a la niña ni darle un beso, porque comprendía, estaba seguro de que, si lo hiciera, sería capaz de postrarse a los pies del señorito, rogándole humildemente que le permitiese quedarse allí en los Pazos, aunque fuese de pastor de ganado o jornalero....

París entero correría a postrarse ante aquel exótico zapato y él sería entonces el sumo sacerdote que mostrase la reliquia a la turba de noveleros. Y como si Jacobo leyese en su frente aquel deseo, y desde las alturas de la columna de honor en que el viejo le colocaba se dignase realizarlo, le dijo de pronto: Tío Frasquito..., hazme un favor... ¿Qué?... Guárdate eso... ¡Perrro, hombre!...

Quisiera la muerte de todos ellos, ¡de todos!... ¡El mal que han hecho en mi vida!... Quisiera ser inmensamente hermosa, la mujer más hermosa de la tierra y poseer el talento de todos los sabios concentrado en mi cerebro, y ser rica, y ser reina, para que todos los hombres del mundo, locos de deseo, vinieran á postrarse ante ... Y yo levantaría mis pies con tacones de hierro, é iría aplastando cabezas... así... ¡así!...

Vinieron, pues, y con ellos creció tanto el número de los Catecúmenos, que ya la iglesia, aunque muy grande, no era capaz de tanto concurso, y fueron tantos los trabajos del santo varón, que sin tomar descanso, sudaba de día y de noche en cultivar aquellas almas, que aunque el vigor de la caridad le daba espíritu y aliento para sufrir los trabajos, con todo eso cayó enfermo de pura flaqueza del cuerpo que se rindió debilitado al grande peso de las fatigas y contínuas incomodidades en que vivía, y asaltándole una ardientísima fiebre que no le dejaba tener en pie, se vió precisado á postrarse en el duro suelo debajo de una choza descubierta por todos lados, en la cual, falto de todo conorte y destituído de todo remedio humano, en pocos días le consumió y trabajó tanto, que se vió reducido poco menos que á los últimos períodos de su vida.

Pasmado Itobad, como era su costumbre, de las desgracias que á un hombre como él sucedian, no hizo resistencia á Zadig, que muy á su sabor le quitó su magnífico yelmo, su soberbia coraza, sus hermosos braceletes, sus lucidas escarcelas, y así armado fué á postrarse á las plantas de Astarte.

A la muerte no temo: ¿qué es la muerte sino el almo principio de otra vida...? Queda frío en la tierra el cuerpo inerte y vuela el alma que en el cuerpo anida. Vuela el alma a los cielos y en la altura es encendida chispa, es un fulgor, y cuando brilla, desprendida y pura, va a postrarse a las plantas del Señor.

Porque aquellas diosas escuchaban la ferviente plegaria de los peregrinos que venían á postrarse al pie de su pedestal, inmóviles, frías, sin dignarse siquiera posar sobre ellos la mirada; porque aquellas diosas, como usted, no amaban á nadie. ¡Á nadie, á nadie! ¡Qué feliz me hace este pensamiento! Pero qué triste felicidad debe ser ésta, ¿verdad, condesa?

El joven derribó por tierra el sombrero y descubrió los negros y abundantes rizos de su cabeza, antes de postrarse de rodillas. Profunda fue la emoción de Poldy. El corazón le daba brincos en el pecho.