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Se habían olvidado ciertos pormenores y la mala fe del enterrador tal vez la del capellán también ponía obstáculos reglamentarios. ¡A ver, dónde está Foja! gritó don Pompeyo, que no se encontraba con ánimo para dar otra batalla al obscurantismo clerical. Foja no estaba allí. Nadie le había visto en el duelo.

Antes teníamos cuatro quinqués encendidos; pero, hijo, se gastaba un Potosí, y nosotras estamos más pobrecitas que las arañas. Nos hicimos partidarias del obscurantismo... Hay que tener mucho ojo, por supuesto, porque ¡viene aquí cada gachó!... No paro de un lado a otro, como usted ve. Parezco una maestra de escuela... ¿No ha pasado usted al buffet? No dije sencillamente. Soltó una carcajada.

«¿No es notorio para todo el mundo que el actual Gabinete lejos de oponerse á tan grave mal, hace cuanto está en su mano para que tome proporciones? ¿No estamos viendo que los órganos del obscurantismo aplauden todos los actos del Gobierno, y que existe un pacto tácito entre la teocracia y el poder, una comunidad de aspiraciones tal, que parecen confundirse los poderes eclesiástico y civil, cual si viviéramos en los tiempos del más brutal absolutismo? ¡Ah! ¡Es preciso ya decir la verdad al país! ¡Oh! ¡Es preciso hablar muy alto y poner las cosas en su lugar, exigiendo la responsabilidad á quien realmente la tenga

El habitante de nuevo cuño tiene un lenguaje muy distinto: Aiglemont dice, es la fortaleza del obscurantismo, del clericalismo y del fanatismo. Es un país de supersticiones; transformémosle en país de luz. Y detrás de sus fortificaciones, los aiglemonteses, divididos en dos campos, miran con malos ojos a todo el que no piensa como ellos.

Ahora, si estas menudencias no valen nada para ustedes, la cuestión cambia de aspecto; y si el destino del hombre sobre la tierra es otro que hacer risueño y apacible el grupo de una familia cobijada al calor del hogar doméstico, confieso sin repugnancia que nuestras patriarcales costumbres fueron un borrón que manchó á la humanidad en los tiempos del llamado obscurantismo.

Doña Lorenza, que oye siete misas al día y se confiesa dos veces por semana, te detesta como si fueras el mismo Judas. Ella infundirá este odio á su niña, haciéndole creer que eres descendiente de Caifás, y que se va á condenar si se casa contigo. ¡Monstruoso, inconcebible! Esa familia, chico, es la madriguera del obscurantismo. ¡Qué rancias ideas y costumbres!

Y riendo como un chicuelo travieso, le arrojaba a la cara los ramilletes. Pero ¡Isidro, hijo mío protestó Feli , que vas a despertar al señor Vicente!... Que se fastidie ese sacristán; que reviente el rapavelas. ¡Abajo el obscurantismo! ¡Viva el arte y la juventud!

Tomé el sombrero y me dispuse a salir antes de que acabara la tertulia. Al irme que Porras decía: Vamonos. Ya estamos en tinieblas, y el buen amigo don Juan es tan avaro que no quiere gastar en una vela; por eso nos tiene a obscuras. ¡Viva el obscurantismo!

«¡Ingrata!, no conocer el valor del hombre que se le ha ofrecido... ¿Soy acaso un chisgarabís, un danzante, uno de esos vampiros del pueblo?... Yo tan tremendo; yo tan formal; yo tan útil a la humanidad; yo que tengo estas ideas tan elevadas... Y yo pregunto: ¿Por qué es tan guapa?... El demonio le hizo a ella la hermosura y a los ojos... ¡Despreciarme a !... La mujer es una traba social, una forma del obscurantismo, y si el hombre no tuviera que nacer de ella, debería ser suprimida».