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Muchas veces la falta de una causa determinante en las cosas nos hace creer que debe de haberlas profundas para mantenerlas al abrigo de nuestra penetración. Tal es el orgullo del hombre, que más quiere declarar en alta voz que las cosas son incomprensibles cuando no las comprende él, que confesar que el ignorarlas puede depender de su torpeza.

Pero sufrieron entonces con laudable constancia todos estos trabajos, animados por el ejemplo del Comandante General, y demas oficiales que se desvelaban en mantenerlas vigilantes, para rechazar á los insurgentes, que muchas veces intentaron sorprender los campamentos, aprovechándose de la hora de amanecer: en cuyas ocasiones consiguieron siempre gloriosas ventajas, y rechazaron los ataques con conocido escarmiento de los contrarios, que dejaron en todos cubiertos de cadáveres los campos inmediatos.

Si no puedes mantenerlas, cásate con una sola ó conténtate con tus esclavasTambien te engañas si te figuras que el renombre y la gloria del marido pueden ennoblecer á la esposa sepultada en vida, y que el velo que ahora cubre mi semblante caerá con los años para otra cosa que para hacer manifiesto el rubor de mis megillas cuando mis hijos sean postergados á los de una advenediza preferida.

En las guerras conyugales, por el contrario, se siente la vergüenza de mantenerlas. Y por eso se ocultan. Los cónyuges simulan la paz sin estar hechas las paces, ofreciendo al exterior una dulce concordia, mientras la guerra civil arde en casa.

Un hombre como él debía empezar por eso. ¿Has observado continuó seriamente, que hay dos categorías de hombres que tienen furia por casarse pronto aunque su posición los coloque en la imposibilidad de vivir cerca de las mujeres o de mantenerlas? Te hablo de los marinos y de los que no tienen un céntimo. ¿Y la señora de Agustín? Su mujer no se llama la señora de Agustín y vive en el campo.

Sepan que yo respeto a los ángeles: si Nina fuese criatura mortal, no la habría respetado, porque soy hombre... yo he catado rubias y morenas, casadas, viudas y doncellas, españolas y parisienses, y ninguna me ha resistido, porque me lo merezco... belleza permanente que soy... Pero yo no he seducido ángeles, ni los seduciré... Sépalo usted, Frasquita; sépalo, Obdulia... la Nina no es de este mundo... la Nina pertenece al cielo... Vestida de pobre ha pedido limosna para mantenerlas a ustedes y a ... y a la mujer que eso hace, yo no la seduzco, yo no puedo seducirla, yo no puedo enamorarla... Mi hermosura es humana, y la de ella divina; mi rostro espléndido es de carne mortal, y el de ella de celeste luz... No, no, no la he seducido, no ha sido mía, es de Dios... Y a usted se lo digo, Curra Juárez, de Ronda; a usted, que ahora no puede moverse, de lo que le pesa en el cuerpo la ingratitud... Yo, porque soy agradecido, soy de pluma, y vuelo... ya lo ve... Usted, por ser ingrata, es de plomo, y se aplasta contra el suelo... ya lo ve...».

El proyectil, pasando por entre los telares, rebotó sobre un poste, cayendo casi a los pies del tío. ¡Se escapó...! ¡Figúrate lo que harán esas malditas cuando estén solas! Se comen más palomas y gallinas que yo, rompen los huevos, y resulta que hago gastos para mantenerlas regaladamente. El día menos pensado mato todos los animalitos, y se acabó la diversión.

Primeramente dispuso marchase un destacamento de 200 veteranos, á cargo del capitan de infanteria D. Sebastian Sanchez; y á pocos dias nombró otro de igual número, inclusa en él la compañia de granaderos del batallon de infanteria de Savoya, á las órdenes de su capitan, el Teniente Coronel D. Cristóval Lopez: y no contento aquel celoso y acreditado General con estas diligencias, envió tambien algunos oficiales sueltos para que pudiesen contribuir al arreglo y enseñanza de las milicias, y mandar las operaciones militares que ocurriesen en aquellas provincias para sugetarlas y mantenerlas en la debida obediencia al Soberano.

La hija del tal, madre de la criatura, y de otra que enferma quedara en casa de una vecina, se había muerto dos días antes «de miseria, señora, de cansancio, de tanto padecer echando los gofes en busca de un medio panecillo». ¿Y qué hacía él ahora con las dos crías, no teniendo para mantenerlas, si para él solo no sacaba? El Señor le había dejado de su mano.

El español, inhábil para el comercio, que esplotan á sus ojos, naves, hombres y caudales de otras naciones, negado para la industria, la maquinaria y las artes; destituido de luces para hacer andar la ciencias, ó mantenerlas siquiera, rechazado por la vida moderna para que no está preparado, el español se encierra en mismo y hace versos; monólogo sublime á veces, estéril siempre, que le hace sentirse ser inteligente y capaz si pudiera, de accion y de vida, por las transformaciones que hace esperimentar á la naturaleza que engalana en su gabinete, como lo haria el norte-americano con el hacha de los campos, aquel poeta práctico que hace una pastoral de un desierto inculto, é inventa pueblos y maravillas de la civilizacion, cuando del bosque asoma su cabeza á la márgen del rio aun no ocupado. ¡Yo os disculpo, poetas argentinos!