United States or Bulgaria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Yo no niego las leyes: lo que digo es que éstas no resuelven las dificultades dentro de las cuales estamos condenados a movernos; las agitan y nada más. Y aunque hubiera estado legalmente unida a ese hombre... ¿Usted habría tenido el derecho de seducirla, de quitársela? ¿Podía ella haber faltado a su palabra? No se puede jurar un amor eterno... ¿Y usted se lo juraba a ella?

Mientras que el Rey discurre así con García, Don Mendo, el caballero de la banda roja, traba conversación con Doña Blanca, demostrando en seguida que la belleza de la joven esposa de García le ha enamorado ciegamente, y que, en su opinión, no será difícil seducirla y deslumbrarla con su posición y con su amorosa experiencia.

Nunca mostró desconocer ni olvidarse del decoro debido a la mujer amada. Otros procuraron seducirla fingiéndose enloquecidos por su belleza, no elogiando más que sus encantos materiales: Juan le había dado a entender muchas veces que también apreciaba en ella el ingenio y la bondad: además, había hecho lo posible por despertar en su ánimo aversión a la vida teatral, en lo que tenía de peligrosa.

En esta prisión se ve obligada á sufrir las pruebas más duras; pero las soporta con paciencia, y resiste con tal firmeza á todas las tentaciones con que, para seducirla, la rodea el Demonio, que obtiene el nombre de Josef de las mujeres.

D. Jaime entonces varió de táctica: ya que no podía seducirla con los halagos, intentó corromperla con las palabras. Principió con los cuentos verdes, que Rosa escuchaba sin comprender la mayor parte de las veces, bien que él entonces cuidaba de explicárselos.

No había formado plan para seducirla, pero aspiraba a hacerse amar de ella, incitado a la vez de su belleza, que sentía y apreciaba vivamente, ya lo sabemos, y de los obstáculos que su carácter arisco y desdeñoso le oponía.

Aquel hombre parecía mejor que sus obras, pero su arte era demasiado amargo y desesperado. Del más noble y eficaz instrumento, de la palabra, se servía para una obra disolvente. ¿Cómo creer en su bondad? No digo contestó el juez, sorprendido, mal de su grado, por el clarovidente temor del joven, no digo que, deliberadamente, con estudio, se hubiera usted dedicado a seducirla.

No, porque si sueltas las rentas de la capellanía te mueres de hambre. Para seducirla y reirte de ella después como has hecho con otras, ¿verdad?... Yo velaré, ¡yo velaré, tunante!... Y en estas disposiciones protectoras, el capitán, en vez de velar, se durmió como un santo. Eran ya bien las ocho de la mañana cuando se despertó.

Luego quiso seducirla un cura, y se hizo escéptica. ¡Con qué poco se pierde la fe! ¡Bah! Aquello pasó... Ya tenía yo olvidado el Madrid de por la mañana. Lo mismo está hoy que cuando iba yo a la Universidad.

Sepan que yo respeto a los ángeles: si Nina fuese criatura mortal, no la habría respetado, porque soy hombre... yo he catado rubias y morenas, casadas, viudas y doncellas, españolas y parisienses, y ninguna me ha resistido, porque me lo merezco... belleza permanente que soy... Pero yo no he seducido ángeles, ni los seduciré... Sépalo usted, Frasquita; sépalo, Obdulia... la Nina no es de este mundo... la Nina pertenece al cielo... Vestida de pobre ha pedido limosna para mantenerlas a ustedes y a ... y a la mujer que eso hace, yo no la seduzco, yo no puedo seducirla, yo no puedo enamorarla... Mi hermosura es humana, y la de ella divina; mi rostro espléndido es de carne mortal, y el de ella de celeste luz... No, no, no la he seducido, no ha sido mía, es de Dios... Y a usted se lo digo, Curra Juárez, de Ronda; a usted, que ahora no puede moverse, de lo que le pesa en el cuerpo la ingratitud... Yo, porque soy agradecido, soy de pluma, y vuelo... ya lo ve... Usted, por ser ingrata, es de plomo, y se aplasta contra el suelo... ya lo ve...».