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Había aumentado mucho el número de sus guardianes durante la ausencia del dueño. Vió todo un regimiento de infantería acampado en el parque. Miles de hombres se agitaban bajo les árboles preparando su comida en las cocinas rodantes. Los arriates de su jardín, las plantas exóticas, las avenidas cuidadosamente enarenadas y barridas, todo roto y ajado por la avalancha de hombres, bestias y vehículos.

No digamos nada en cuanto al personal: el de nuestros enemigos es inmejorable, compuesto todo de viejos y muy expertos marinos, mientras que muchos de los navíos españoles están tripulados en gran parte por gente de leva, siempre holgazana y que apenas sabe el oficio; el cuerpo de infantería tampoco es un modelo, pues las plazas vacantes se han llenado con tropa de tierra muy valerosa, sin duda, pero que se marea.

Para ello mandó al Duque de Alcalá, Visorrey de Nápoles, que diese la infantería española de aquel reino, y que D. Alvaro de Sande, coronel della, la llevase, con la que el Duque de Sesa, gobernador del estado de Milán, daría.

Los de la primera fila hicieron gran destrozo; pero a los de la segunda nos costó más trabajo, porque avanzando demasiado los delanteros, quedamos envueltos por la infantería, lo cual atenuaba un poco nuestra superioridad. Sin embargo, destrozábamos pechos y cráneos sin piedad.

Diego de Vera Ordóñez y Villaquirán, capitán de infantería y alguacil mayor de la Inquisición de Cataluña, fué nombrado caballero de la orden de Calatrava en el año de 1653, y es el mismo D. Diego de Vera citado por Agustín de Rojas. Antonio de Herrera y Saavedra, muerto en 1639. Jacinto de Herrera y Sotomayor.

Cuyas circunstancias, reflexionadas por el Virey de Buenos Aires, le obligaron á enviar una compañia de infanteria del regimiento de Savoya, para que ocupase la ciudad de Jujuy; puesto importante por la precision de transitar por él á las provincias internas del vireinato.

Era acogido amistosamente, se tenía placer al verle y a él no se le ocultaba. El señor Stevens, hombre de peso y de gravedad, marcaba el paso detrás del sillón de Germana como un regimiento de infantería; tenía para ella esas atenciones reflexivas y serenas que constituyen la fuerza de los hombres de cincuenta años.

En la informacion que presentó á V.E. el teniente de infanteria D. José Salazar, sobre las calidades de la situacion del Puerto de San José, donde existió 17 meses, se expresa que el temperamento es saludable, sus aguas sanas, aunque algo gruesas; que son muchos los manantiales de ellas; que el trigo y cebada que sembró, produció, que tiene abundante leña de arbustos de espinillo y poleo: que la península es abundante de pastos y muy defendida, porque su garganta ó angostura no tiene mas de media legua, y que está segura, y cierra 50 ó 60 leguas que dicha península tiene de largo.

Reconocieron los comandantes de los rebeldes, Ingaricona y Sanca, tan ventajosa situacion, y se suscitó entre ellos la disputa sobre si convendria ó no emprender el ataque: resistíalo el segundo contra los deseos y esfuerzos del primero, que queria obstinadamente se acometiese, considerando el poco número que se le oponia, que aun creyeron menor de lo que realmente era, por haber mandado á la infanteria se sentase para esperar el momento del combate: disposicion que certificó al enemigo en su opinion, y se persuadió que los bultos que se divisaban eran las cargas de equipaje, colocadas de aquel modo para que sirviesen de resguardo al impulso de las piedras de sus hondas.

Viendo la total inobediencia de los vecinos y moradores en concurrir al cumplimiento de su obligacion, mandé á la ciudad al capitan de infanteria, D. Pedro de Encinas, con dos subalternos y 30 hombres, con órden de que hiciese salir todas las personas ùtiles, á excepcion de las empleadas en justicia y rentas, bajo las penas que ya tenia publicadas por bando.