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Y después de estas mutuas explicaciones quedaron los dos en silencio, mirándose indecisos, no sabiendo qué decir, pero sin dejar de sonreirse. ¡ haciendo tu cama! dijo él para romper el penoso mutismo. Ya lo ves. Esto resulta algo diferente de mi dormitorio de París. Tampoco es mi «estudio» que conociste. ¡Los tiempos nuevos! Miguel movió la cabeza con grave asentimiento.

Las nubes esparcidas a ras del mar parecían bullones y pliegues de una vestidura que ocultaba su inmenso esqueleto; y otras nubes flotantes en lo alto, una amplia manga, de la que se escapaban vapores más sutiles e indecisos formando un brazo de hueso rematado por un índice seco y corvo como una uña de presa, señalando lejos, muy lejos, el destino misterioso.

El cielo está pálido; la negrura ha ascendido de los barrancos a las cumbres; los bancales, las viñas, los almendros se confunden en una mancha informe. Destacan indecisos los bosquecillos de pinos en las laderas. La laguna desaparece borrosa. Y vibra una canción lejana que sube, baja, ondula, plañe, ríe, calla... El campo está en silencio.

En los intermedios marchaba tranquilamente, dejando vagar su mirada por los contornos indecisos de los montes y los árboles, y el pensamiento correr libremente por los recuerdos placenteros del día o de otros anteriores. No pocas veces le tiene arrancado a este dulcísimo embeleso el repique lento, argentino, melancólico, de las campanas de la iglesia, doblando a la oración.

Las mujeres agrupáronse chillando con instantáneo susto; los hombres quedaron indecisos; pero al momento, reponiéndose todos, prorrumpieron en gritos de aprobación y aplausos. ¡Muy bien! El Ferrer había disparado la pistola a los pies de su pareja: la suprema galantería de los hombres valientes; el mayor homenaje que podía recibir una atlota de la isla.

Todos volvían la vista en torno, indecisos sobre la gravedad del suceso... Pero pronto circularon noticias optimistas, que nadie sabía de dónde venían; esa opinión anónima que todos admiten, y en ciertos instantes enardece o inmoviliza a las muchedumbres... No era nada. Un varetazo en el vientre que le privaba de sentido. Nadie había visto sangre.

Indecisos los jefes un momento, no existiendo acuerdo ni prevención para el caso, tiró cada cual por su lado, con dispersión y desorden tan grande, que ni aun á huir acertaban. Cinco de las galeras de Juan Andrea arribaron como él hacia tierra, y lograron ponerse bajo la artillería del fuerte; otras encallaron en los bajíos en número de ocho ó diez.

Y los crédulos muchachos, que oían al Morenito en silencio porque estaban en el mar, lejos de toda posibilidad de acción, pero abominaban interiormente de estos planes que pugnaban con las preocupaciones de su honradez, mirábanse indecisos al ver que un señor como don Isidro no se escandalizaba.

No cabe duda que esta agua se enturbiará más lejos; pasará por rocas que le dejarán materias impuras y arrastrará vegetales en putrefacción; se escurrirá por sucias tierras y se cargará de inmundancias por los animales y los hombres; pero aquí, en su balsa de piedra Ó en su cuna de juncos, es tan pura, tan luminosa, que parece aire condensado: los reflejos movibles de la superficie, los repentinos borbotones, los círculos concéntricos de sus rizos, los contornos indecisos y flotantes de las piedras sumergidas, es lo único que revela que ese fluido tan claro, es agua lo mismo que los ríos cenagosos.

Con todo ¿y si se equivocaba en su estimación? ¿Si bajo aquella elegante envoltura no encontraba luego más que una naturaleza de petimetre sin más propósito que disfrutar de los placeres del mundo, y cuidar en sus horas frívolas de su toilette esmerada y de la elegancia de sus ademanes? Agitada por estos pensamientos indecisos y contradictorios la sorprendió el sueño.