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¡Por Dios, Raquel! no molestes a ese señor... ¡qué va a decir de nosotras! contestaba con un tono de aparente reproche la señora. ¡Señor, señor! ¿quiere dejarnos ver por ahí? insinuó la otra joven. ¡Ah, no, por Dios, no se incomode usted!... Judit, por Dios, cállate repetía la madre con un contoneo de cabeza continuo. El del anteojo continuaba impasible como una estatua, como si nadie le hablase.

Pero estas negligencias se repetían tan a menudo, servían tan poco ya las miradas, que le fue preciso al marido recurrir a los pellizcos y a los pisotones; y ya la señora, que a duras penas había podido hacerse superior hasta entonces a las persecuciones de su esposo, tenía la faz encendida y los ojos llorosos. Señora, no se incomode usted por eso le dijo el que a su lado tenía.

Mordíase el joven el dorado bigotito, y no replicaba, la cabeza y los ojos bajos. ¿Qué vas a hacer, entretanto? preguntó la señora, recogiendo, con un movimiento de hombros, el mantón, que se caía. Y Quilito, fríamente, contestó: ¡No se incomode usted, que yo lo que debo hacer! Cogió un billete de veinte nacionales y pidió permiso para guardarlo.

Cinco minutos.... ¿y cómo había de llegar cinco minutos antes, hombre de Dios? ¿No ve usted que soy cojo?... ¿no lo ve usted? No se incomode usted, caballero. ¡Malaventurados los cojos dijo el héroe para con tristeza , porque ellos llegaron siempre tarde! El señor a quien D. Benigno buscaba con tanto empeño no estaba lejos de su casa.

¡Me maldice usted, padrecito! dijo el marino ; vaya, no se incomode; se lo perdono todo, incluso la sangría, gracias a la buena noticia que usted acaba de darnos... ¡Ah! ¡conque la tartana de ese maldito ha fondeado cerca de Conil! ¡Por mi madre, daría con gusto los ocho años de soldada que Fernando me debe por ver a ese condenado gitano con grilletes en los pies y en las manos y arrodillado en la capilla ardiente! ¡Cuántas veces, al querer darle caza con la escampavía he renegado de mi patrón por las bordadas que nos hacía correr ese favorito del infierno! ¡porque siempre se embarca cuando peor tiempo hace!

¿La ha fregado V. ya? Si no la hubiera fregado, ¿cómo se había de limpiar? ¡Vaya una salida! No se incomode, Rufa dijo un poco acortada la niña. Y cogiendo un paño, se sentó con calma a secar los platos. Miguel se sentó cerca de ella. Voy a contarles a VV. un cuento dijo aquél tomando otro paño y poniéndose a secar platos también.

Antes de desdoblarlos se levantó y fue a bajar las cortinillas del sitio en que estaban sus dos amigos. Voy a bajarlas para que nos les incomode la luz. ¡ Qué buena idea! A no me molesta dijo Ricardo.

No se incomode, señor, no se incomode... Ustedes los jóvenes de la corte son aficionados a divertirse cuando se les presenta ocasión. Nada tiene de particular que juegue y se divierta un poquito con Rosita...

Yo de lo que se trata y tal vez tengo algo que añadir. Poníale al mismo tiempo una moneda de plata en la mano. Tomó la carta, y como el sobre estaba todavía húmedo no tuvo que romperlo, halló dentro el billete de de Sontis que la señora de Maurescamp devolvía, habiendo puesto después de las palabras del capitán, esta breve contestación: «Le ruego que no se incomode

Cada uno es dueño de condenarse; ¿pero a qué viene decirme a cosas contra la religión? ¡Qué malo! Y tantas fueron sus burlas y sacrilegios que... Dios me lo perdone... me incomodé. Le dije que no me hacía falta su dinero para nada, y que tendría miedo de tomarlo en mis manos, por ser dinero de Satanás. Pero esto es un dicho, ¿sabes? Claro. ¿Y aquí no ha hablado de religión? No; ni jota.