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Yo también lo creo, y siento que no tenga usted los quinientos hombres. ¿Y que decía usted de la gente del Ebro? Nada, que han decidido ellos mismos que son los únicos francos, los únicos leales, porque hablan muy en bruto y cantan la jota. ¿De manera que para usted este canto es como una falsificación del valor y de la energía? , algo así. Está bien.

Creo que me he contenido porque estaba delante aquel ángel, que no parece hija suya, si no... nos hubieran oído los sordos, señora Gregoria... a Pablo no le hablaré jota de esto, porque se enfermaría, y con razón, como voy a enfermarme yo, de seguro... pero, ¿a dónde voy? no , no ... a casa no me vuelvo así, con las manos vacías; mi gran recurso ha hecho fiasco. ¡Dios mío! estoy tan desesperada, que me arrojaría bajo ese tranvía que pasa... Yo pienso que estos golpes de la vida la endurecen a una el corazón: estoy contenta, , señor, de que haya tronado el ladrón de Esteven.

La dormilona cadencia de las guitarras parecía arrullar á un cornetín chillón que iba lanzando á todos los extremos de la vega, dormida bajo el sol, los morunos sones de la jota valenciana. Este tranquilo paisaje era la idealización de una Arcadia laboriosa y feliz. Allí no podía existir gente mala.

Parece como que el baile es un deber en tales días, un rito sagrado, algo que ya se vió en el mundo antiguo. Ni sonrisas, ni rendimiento, ni obsequiosos mimos; nada hay en esta danza que se parezca al fandango ni á la jota. Los hombres tienen los ojos fijos en tierra, y las mujeres en el rostro de su señor.

El juego, bajo todas las formas posibles, era su sola ocupación; jamas leían con fundamento; y cuando la música de prima noche se hacia oír en los escotillones digerian la comida bailando rabiosamente la jota ó la cachucha, ó cantando en coro estrepitoso el himno de Riego.

El ayudante de marina pronunciaba las erres con la garganta, produciendo un sonido muy semejante a la jota. Hubo un murmullo en la asamblea de asentimiento y simpatía por la modestia que resaltaba en aquella proposición. ¿No está por ahí don Pedro Miranda? preguntó Peña, sereno ya, volviendo a adquirir la resolución militar que le caracterizaba. Aquí está... Aquí dijeron varias voces.

España, la invencible soñadora, que monta rocinantes a deshora, los toros lidia, viste la mantilla, ama la jota y al danzón se entrega, mas cuyo acero no es una hoz que siega, sino arado que pone la semilla;

Voy a subvenir a todos los gastos de la casa, y acaso este destino será para tu Rorró el principio de una vida laboriosa, , muy laboriosa, pero bien retribuida. Ya te digo que no entiendo de cosas de campo; y que no de eso ni una jota. Aprenderé todo, aunque, según entiendo, mi ocupación estará en el escritorio. Procuraré ser útil y hasta necesario.

Ya me está a cargando esta canción estólida murmuró Martín. ¿Cuál? preguntó el extranjero. La jota. La encuentro como una cosa petulante. Me parece que le estoy oyendo hablar a ese viejo navarro de la posada. El que la canta quiere decir: «Yo soy más valiente que nadie, más noble que nadie, mas heroico que nadie

Paz comprendió que quizá hacía mal; pero ya no era posible retroceder. Te advierto que se trata de algo que nos interesa mucho a él y a . No hay más que hablar. Pero esta sumisión fue acompañada del firme propósito de contárselo todo a Pepe. Vamos a ver: ¿Qué le pasa? ¿Qué disgusto es el que tiene? ¿Sabes algo? Nada, ni jota. Es necesario que lo averigües.