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Si alguno de los molidos músicos de la cencerrada se atreviese a asomar la cabeza y mirar hacia las ventanas del cacique, vería que, por fanfarronada o por descuido, no estaban cerradas las maderas, y podría distinguir, al través de los visillos y destacándose sobre el fondo de la habitación alumbrada por el quinqué, las cabezas del abogado y de su feroz defensor y seide.

En la calle Ancha, en suma, se congregaba todo el patriotismo con todo el fanatismo de los tiempos; allí, la inocencia de aquella edad; allí, su bullicioso deseo de novedades; allí, la voluble petulancia española con el heroico espíritu, la franqueza, el donaire, la fanfarronada, y también la virtud modesta y callada.

El abuelo soltó un juramento que usaba a menudo y que Perucho solía repetir por fanfarronada, y, sin más conversación, se alejó. Aseguró Perucho después que le había llamado la atención ver al abuelo salir sin tomar la escopeta y el sombrerón de alas anchas, prendas que no soltaba nunca. Semejante idea debió ocurrírsele al chiquillo más tarde, en vista de los sucesos.

Nadie en la escampavía se atrevió a contestar esta impertinente fanfarronada. Pero, ¡por la ardiente pupila de Moloch! ¿no respondéis? Vamos, que ese capitán que ha restaurado mi tartana con tanta diligencia, que ese valiente capitán se levante, o destrozo su embarcación. ¡Palabra de honor!

Yo voy solo a Laguardia y la tomo, o a lo más con mi cuñado Bautista. Se echaron todos a reir de la fanfarronada, pero viendo que Martín insistía, diciendo que aquella misma noche iban a entrar en la ciudad sitiada, pensaron que Martín estaba loco. Briones, que le conocía, trató de disuadirse de hacer esta barbaridad, pero Zalacaín no se convenció.

Dunstan, que se preocupaba siempre más de las contrariedades del momento presente que de sus consecuencias lejanas, no bien se vio de pie y reconoció que Relámpago estaba perdido, sintió cierto placer al pensar que no había sido visto en una situación que ninguna fanfarronada hubiera podido hacer envidiable.

Sin embargo, reflexionando el ridículo de responder con una fanfarronada á aquella niña, me contuve y le respondí con gravedad: Permítame, señorita, compadecerla sinceramente. Me pareció muy sorprendida. ¿Compadecerme, señor? , señorita, perdone que le exprese la piedad respetuosa, á que me parece tiene usted derecho.

Sólo Paco Gómez se aventuró una vez a hacerlo por broma o fanfarronada; pero al llegar al salón se le recibió con sorpresa y frialdad tan despreciativas, que no le quedaron ganas de repetirlo. El hombre del canastillo se apresuró a entrar y cerrar la puerta; atravesó el pórtico y subió por la gran escalera de piedra, en cuyos peldaños gastados por el uso se rezumaba constantemente alguna humedad.

Bajó Julio fumando, por la avenida de Messina, dio algunos pasos por el bulevar Haussman en dirección a la calle d'Argenson, donde vivía su amante que lo aguardaba, mas se paró de pronto... De veras... lo abandonaba el valor; fuese que la enormidad de la villana acción que cometía, despertase su conciencia embotada, fuese que la tranquila ironía de Mariana lo inquietara, fuese que realmente estuviese enamorado de su mujer, ocultando su afecto por un estúpido y torcido amor propio, lo cierto es que renunció a llevar más lejos su indigna fanfarronada y tomó de nuevo el camino de la calle Monceau.