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Ahora que el baile de la señora Osgood había pasado; estaba furioso por haberle confiado su caballo a Dunstan.

Podía gozar por entero de todo el placer que resultaría de la venta del caballo de su hermano, sin privarse del gran placer de conseguir que Godfrey le tomara dinero prestado a Marner. Siguió, pues, cabalgando hacia el lugar de la cita. Bryce y Keating estaban allí, como Dunstan estaba seguro de ello; ¡tenía tanta suerte!

Tranquilizad vuestro corazón sensible dijo Dunstan . Jamás me habéis sorprendido bebiendo doble cuando tengo que hacer un trato; eso me echaría a perder la diversión. Por otra parte, cada vez que caigo, estoy seguro de caer parado. Dicho esto, Dunstan salió haciendo golpear la puerta.

Uno de esos accesos lo poseía en aquel momento, y el ardor de su pasión hubiera bastado para que confiara Relámpago a Dunstan antes que defraudar aquel deseo, si otra razón más no hubiera para que tomara parte en la cacería del día siguiente.

El viejo squire estaba acostumbrado a ver qué Dunstan se ausentara con frecuencia de la casa; así es que no pensó que valiera la pena de hacer una observación respecto de la desaparición de su hijo y de la del caballo.

Pero tengo la convicción de que venderíais vuestra propia persona aunque sólo fuera por tener el placer de hacerle sentir a alguien que ha hecho un mal negocio. dijo Dunstan con mucha calma , me estáis haciendo justicia, a lo que veo. Vos sabéis que soy una perla cuando se trata de engatusar a las gentes para realizar un negocio.

Dunstan registró bien en el agujero para convencerse de que no contenía nada más, y luego, volviendo a colocar en su sitio los ladrillos, los recubrió de arena.

Si las maldiciones que pronunciaba a media voz, cuando estaba sólo, no hubiesen tenido otro objeto que la treta diabólica de Dunstan, le hubiera sido posible tener menos espanto a las consencuecias de su confesión.

El espíritu de Godfrey estaba muy absorbido por los atractivos y maneras de Nancy para con él, demasiado lleno de exasperación contra mismo y contra su suerte exasperación que no dejaba nunca de producirse en él, a la vista de aquella joven , para que pensara mucho en Relámpago y en la conducta probable de Dunstan. A la mañana siguiente toda la aldea fue sorprendida por la historia del robo.

Dunstan Cass, al ponerse en marcha una mañana fría y húmeda, al paso tranquilo y mesurado de un cazador que tiene que ir a caballo al punto de reunión de una cacería, tenía que seguir el camino que, en su parte terminal, pasaba por el terreno sin cercar llamado la Cantera, en que se encontraba la casita antes la cabaña de un picapedrero que Silas Marner habitaba hacía quince años.