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Hundió la cabeza en el vientre abierto, levantando sobre sus cuernos, como un harapo flácido, la mísera carroña, que esparcía en torno entrañas sueltas y excrementos. Cayó en el suelo el cadáver, quedando casi doblado, y el toro fue alejándose con paso indeciso.

Palomas carpófagas respondió el Capitán . Son golosísimas de nueces moscadas, y a mi parecer las verdaderas productoras de los bosques de ese árbol, por las semillas de él que difunden por todas partes con sus excrementos. Hans, deseoso de cazar una de aquellas aves, se echó el fusil a la cara; pero un grito de Van-Horn le detuvo.

Algún ventorrillo, con su rama seca colgada, ante el portón, ofrece de trecho en trecho al caminante el cochifrito o el tasajo, compañeros del vino, y a lo lejos se extiende hasta perderse la blanca cinta del polvo de la carretera, manchada sólo por los excrementos de las bestias, o hendida por las pesadas llantas de los carros.

La santidad, una declarada locura. ¿Qué me dice usted de San Francisco de Asís abrazando y besando a los leprosos? ¿No es un caso de locura inmunda como la de esos desgraciados que suelen verse en las celdas de los manicomios gozando en revolcarse entre sus excrementos? ¿Qué opina usted de Santa Teresa de Jesús? ¿No le parece a usted increíble que haya aún quien tome en serio los desatinos que escribe?

Era un águila atlántica majestuosa y fiera, con el perfume salino de la inmensidad y la carne coriácea de la fuerza. Pero los años habían pasado, disolviendo la orgullosa ilusión de la juventud que se considera inmortal, y ahora el ave arrogante del infinito azul se veía obligada á buscar su comida en los excrementos oceánicos amontonados en la costa.

En la parte donde no llegaba el agua se amontonaban excrementos de pájaros, huesos de gaviotas y plumas; cerca de la proa, desencuadernada, deshecha y humedecida por la marea, las tablas se hallaban cubiertas de algas y de fucos y resbaladizas como una cucaña.

La sublime castidad, el ascético abandono, el desprecio y la mortificación del harapo corrupto de nuestro cuerpo, la santa fetidez de los religiosos, los admirables anacoretas, dejándose podrir las ropas sobre la piel, como un anticipo de la sepultura: San Hospicio, comido por los piojos; San Macario, sumergido en el cieno; Santa María Egipciaca, resecada por el sol como un cuero; Santa Pelagia, habitando entre sus propios excrementos; Santa Isabel, bebiendo el agua de lavar a los tiñosos; en fin: la sublime aspiración abriendo su corola de pureza sobre el estercolero corporal; y luego la penitencia, la disciplina, el cilicio, todo pasó por su mente como a la luz del relámpago.

Rompíanse las picas con un chasquido de madera seca, saltaba el caballo enganchado en los poderosos cuernos, brotaban sangre, excrementos y piltrafas de este choque mortal, y rodaba por la arena el picador como un monigote de piernas amarillas, cubriéndole inmediatamente las capas de los peones.

Por lo mismo, prostérnase la multitud ante locos y alucinados en los países musulmanes, y se considera muy glorificado aquel á quien ensucian con su saliva ó sus excrementos, puesto que, bajo humana forma, viven fuera de la humanidad; sin duda están sumidos en divino sueño. Por otra parte, algunos de estos desdichados son verdaderamente buenos y gustan de hacer bien, en el límite de sus fuerzas.

Vieron esqueletos de docenas de metros de longitud en los desmoronamientos de la Cordillera, agitada frecuentemente por cataclismos volcánicos. Los guías les enseñaron en las inmediaciones de los lagos pieles de reses devoradas, enormes montones de materia seca que parecían excrementos de monstruo.