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Entreteníala Urquiola con las minuciosidades de la vida de cada Padre, enumerando sus méritos: uno había viajado por países salvajes; otro sabía seis idiomas; el de más allá tocaba el violín como un ángel ¡y todos tan modestos, durmiendo en celdas pobres de una pulcra curiosidad, dejando por las noches en una bolsa, colgando de la puerta, las ropas y los zapatos que limpiaban los fámulos, y vestiéndose al romper el día, para emprender su santa obra!... Vivían con cierto desahogo, pero por ninguna parte se veían las riquezas de que hablaban los impíos. ¡Y todos humildes y amables, olvidados por completo de su brillante pasado, y eso que los había entre ellos que habían sido grandes en el mundo!

Por encima de la cabeza de los fieles apareció una gran bandeja de plata, la misma que pocas horas antes estaba en una de las celdas del convento, y en ella el hábito de novicia bernarda. El prelado lo bendijo. Dejáronse oír las notas agudas y gangosas del órgano y se puso en marcha la procesión. María delante y a su lado la madrina y Marta; detrás el obispo y en pos de él la clerecía.

Habitaban en celdas desnudas de todo aparato, vestian los monges de negro , con túnica, escapulario y cogulla , las monjas con túnica tambien negra, y velo del mismo color, ó encarnado, simbolizando, bien la tristeza del destierro en que el alma consagrada á Dios vive en este mundo, bien su continua disposicion á dar la sangre por Jesucristo.

A la izquierda, hacia el lado del mar, se extendía una gran huerta, ostentando bajo las ventanas de las celdas, su fresco verdor, sus árboles, sus flores, el murmullo de sus acequias, el canto de los pájaros y la esquila del buey que tiraba de la noria.

Muchas familias de Palma veraneaban ahora en la Cartuja, convirtiendo las celdas en hermosas habitaciones, y cada cual quería que la suya fuese la de Jorge Sand, infamada y despreciada por sus abuelas. Febrer había visitado el convento con un nonagenario de los que fueron vestidos de moros a dar serenata a la francesa. No se acordaba de nada; no podía reconocer la habitación.

Ya he dicho que se compone de cuatro grandes celdas, situadas dos á cada lado de un pasillo ó galería que atraviesa el edificio de Oeste á Este y al cual dan las puertas de las cuatro. Las dos celdas de la izquierda, entrando, estaban destinadas en tiempo del Emperador, la una á Recibo, y la otra á Dormitorio, y se comunican entre .

A un lado de esta puerta estaba uno de los husillos del río, cuya obra la conmemoraba otra lápida de pomposa y larga inscripción, colocada en 1633, siendo asistente el conde de la Corzana, y sobre el arco estaba el llamado Castillo, en el que se hallaban varias celdas, que servían de prisión á los nobles y caballeros de importancia.

Valldemosa se presentó de pronto a su vista sobre la cumbre de una colina rodeada de montañas. La torre de la Cartuja, con adornos de azulejos verdes, elevábase sobre la frondosidad de los jardines de las celdas. Febrer vio un carruaje inmóvil en una revuelta del camino. Un hombre descendió de él, moviendo los brazos para que el cochero de Jaime detuviese sus bestias.

La antigua Cárcel de Villa era un mal buhardillón, dividido en celdas, donde los presos no tenían comodidad ni estaban seguros. La prisión no tenía aquel horror majestuoso con que los poetas nos han pintado todos los calabozos.

El que pronto había de llamarse Felipe II cumplió la orden paterna, y muy luego empezaron las obras del apellidado Palacio del Emperador, palacio modestísimo, reducido á cuatro grandes celdas, cuyo destino fué al principio un secreto para los mismos religiosos que allí vivían, excepción hecha del Prior y de algún otro. Más adelante veremos cómo Felipe II volvió algún tiempo después á Yuste.