United States or Jamaica ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lo de menos es que guarden el dinero. Lo peor es que nos quitan nuestro nombre, nuestra representación social; nos meten en calabozos inmundos, nos martirizan, y entretanto ellos gozan y se divierten con lo que roban. El mundo está perdido. Si no sale alguien que le vuelva del revés y ponga lo de arriba abajo y lo de abajo arriba...

Si el salon de los Embajadores arrebata por su magnificencia y su cúpula soberbia, hace evocar mil historias y leyendas con los retratos al fresco de todos los reyes godos que se ostentan en la techumbre. Allí, en uno de los calabozos húmedos, sin aire ni luz alguna, sufrió su prision y su martirio esa mujer de tan célebre memoria.

Con esta perpleja tribulación llegó donde estaba don Quijote, harto más maltrecho de lo que él quisiera, y, ayudándole a subir sobre Rocinante, le dijo: -Señor, el Diablo se ha llevado al rucio. ¿Qué diablo? -preguntó don Quijote. -El de las vejigas -respondió Sancho. -Pues yo le cobraré -replicó don Quijote-, si bien se encerrase con él en los más hondos y escuros calabozos del infierno.

Vosotros no habéis estudiado la cosa, no habéis trabajado por la cosa, no habéis estado en calabozos, no habéis comido ratas desabridas... Se trata de un organismo; ¿sabéis lo que es un organismo?». Ambos callaron. Creían que se trataba de un organillo; pero no se atrevían a decirlo. «Este dice también añadió el denunciador sin poder contener la risa que quiere ser célebre. ¡Célebre!

El señor juez de primera instancia estaba lejos de sospechar que, al ingresar en la cárcel, el excusador de Peñascosa acababa de salir de los calabozos del escepticismo. ¡Guarden ceremonia, señores! La voz del hujier, imperativa, estridente, no lograba calmar la risa y los murmullos de los concurrentes.

717 Y si atienden mis palabras no habrá calabozos llenos; manejense como güenos; no olviden esto jamás; aqui no hay razón de más; mas bien las puse de menos. Quien ha vivido encerrado poco tiene que contar. 719 Lo que les voy adecir ninguno lo ponga en duda: y aunque la cosa es peluda, hare la resolución; es ladino el corazón, pero la lengua no ayuda.

Bajó éste con el capuchón de reglamento. Al quitárselo y dejar al descubierto su hermosa cabeza blonda, D.ª Rafaela no pudo menos de recordar las estampas piadosas que representan a los primeros mártires del cristianismo en los calabozos de Roma. La luz, dando de lleno en aquella cabeza angelical, hacía resaltar como en apoteosis la delicadeza de sus facciones, la seráfica limpidez de su mirada, las tintas sonrosadas de sus mejillas.

No parecía la de Rufete muy inclinada a aceptar tales ofrecimientos, a pesar del risueño horizonte espiritual que le señalaba su tía. «El honor de la familia decía luego Encarnación está en los calabozos del Saladero y ha de tener que ver con los señores de la Paz y Caridad.

No se acostumbraba a la metrópoli arzobispal. Ahogábanle las altas tapias verdosas, los soportales angostos, los edificios de lóbrego zaguán y escalera sombría, que le parecían calabozos y mazmorras. Fastidiábale vivir allí donde tres gotas de lluvia meten en casa a todo el mundo y engendran instantáneamente una triste vegetación de hongos de seda, de enormes paraguas.

¡Cuántos poemas de ternura y de amor tienen por teatro diariamente los calabozos! ¡He visto madres que no sólo abandonan las comodidades que un hijo honorable puede proporcionarles, sino que hasta cubren de vergüenza su nombre por disimular las bajezas de uno de estos canallas que ha rodado al abismo y que les paga sus sacrificios imponiéndoles cada día otros mayores!