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En la parte más pulcra suele haber azúcar, café, salvia, tila, manzanilla, y hasta a veces, que antes sólo en la botica se hallaba. Del techo cuelgan egregios y gigantescos jamones; y, alternando con esta bucólica manifestación del reino animal, dulces andregüelas invernizas, uvas, granadas y otras frutas.

En Lisboa fue donde se aristocratizó, se encumbró, y con el trato de los janotas, acabó por asearse, pulirse, adobarse y llegar en el esmero con que cuidaba su persona hasta el refinamiento más exquisito. El desaliño y la suciedad de los sujetos que andaban cerca de ella, como ella era tan pulcra, le causaban repugnancia.

Casi todas las calles de la Encimada eran estrechas, tortuosas, húmedas, sin sol; crecía en algunas la yerba; la limpieza de aquellas en que predominaba el vecindario noble o de tales pretensiones por lo menos, era triste, casi miserable, como la limpieza de las cocinas pobres de los hospicios; parecía que la escoba municipal y la escoba de la nobleza pulcra habían dejado en aquellas plazuelas y callejas las huellas que el cepillo deja en el paño raído.

Allí tiene nueces, castañas, almendras, batatas, cirolitas imperiales envueltas en papel para que se pasen, guindas en aguardiente, orejones y otras mil chucherías. Los pimientos picantes, las guindillas y cornetas y los ajos, cuelgan en ristras al lado del bacalao, en la parte menos pulcra.

Tres gradas de mármol blanco dan ingreso al piso bajo, destinado sólo a recibimiento y adornado con esa pulcra sencillez que adopta todo lo bello y destierra todo lo suntuoso, y constituye el buen gusto y la elegancia en el decorado de un palacio de campo.

En cuanto él veía en el papel de su propiedad los párrafos que iba copiando con aquella letra inglesa esbelta y pulcra que Dios le había dado, ya se le antojaba obra suya todo aquello. Pero su fuerte eran las antigüedades. Para él un objeto de arte no tenía mérito aunque fuese del tiempo de Noé, si no era suyo.

Los ligeros pasitos volvieron a resonar otra vez alejándose, y Jacobo tornó a acercarse con el revólver montado y el oído atento. A poco sonó una tos sospechosa; no era la pulcra, perfumada y cadenciosa tos del tío Frasquito, sino una tos asmática, tos de viejo, que recordaba esos crujidos peculiares que anuncian en las casas ruinosas el próximo hundimiento.

Y Dios bendijo la unión de los reyes Fénix e Isaura, colmándoles de hijos y prometiéndoles una vida tan larga que, si no han muerto han de vivir todavía. Observando la felicidad de sus hijos Cristela llegó a ser una viejita muy pulcra, que hilaba para sus nietos de la mañana a la noche en una rueca de plata. Mientras hilaba inventó un aforismo que haría enseñar en todas las escuelas del reino.

Su esposo advirtió en ella una sobriedad verbal que rayaba en mutismo; y según su costumbre, no hizo esfuerzo alguno por corregirla. En toda casa es preferible siempre la concisión de una mujer a su locuacidad, y Thiers no tenía gran empeño en alterar esta regla. En la mañana del día 8, Rosalía, vestida con pulcra sencillez, se despidió de su marido.

Sin dejar su humilde traje de beata, pero, con extremada, pulcra e inconsciente diligencia, peinado el undoso cabello y acicalada toda su gentil persona, La Caramba acudió de diario a rezar en la iglesia de Capuchinos y a pasar allí largas horas.