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Entretanto, conténtese V. o mejor dicho no se disguste con esto que le dedico, pues bien yo que, si vale algo y si tiene chiste, V. habrá de hallarle, sin que tenga yo necesidad de indicar dónde está lo chistoso para que V. lo ría. Créame V. siempre su buen amigo J. Valera. Lisboa 20 de Febrero de 1882.

No se disguste usted demasiado, que todo se ha de arreglar con la ayuda de Dios Nuestro Señor. Doña Tula, aquí no hay severidad replicó el enano . Lo que he dicho del señor es lo que, dado su proceder, me parece justo. Bien, don Oscar, bien...; pero hágase cargo de que es muy joven y no es bueno aturdirle. La juventud no reflexiona. Lo dicho, dicho, doña Tula.

En fin, muchacha, sigue siendo buena amiga de Clara; pero no caviles ni formes juicios acerca de la conducta de Doña Blanca. Voy, además, á hacerte otra súplica. Mande V., tío. Es algo difícil lo que exijo de . ¿Por qué? Porque te gusta hablar, y lo que exijo es que calles. ¿Y qué he de callar? Ya verá V. cómo me callo. Yo no quiero que V. se disguste y forme mal concepto de .

Es natural que lo disguste no tener hijos, porque a los hombres agrada tener hijos por quienes trabajan y ahorran y siempre había contado jugar con los suyos mientras fueran pequeños. Muchos otros en su lugar se lamentarían más que él. Es el mejor de los maridos.

¿No serás el que me engañas...? Mira, Germán, voy a pedirte un favor y es que me hables con toda franqueza. que por condescendencia, por lo bueno que eres y por lo mucho que me quieres, serías capaz de fingir que vas contento a Madrid aunque te disguste. Me parece gran locura ese disimulo.

Me disgusté con la señora que vende en la taquilla por si una moneda era buena ó falsa; discutí también con el que recoge las entradas porque acudió en su defensa.... Dentro, en la sala, la misma mala suerte. Mis vecinos de fila se quejaron, diciendo que había entrado con demasiada violencia. Mala voluntad de su parte, pues á no me gusta molestar á nadie.

Otro se consideraría perdido; pero yo me quedo tan fresco. ¿Que sigue sosteniéndose el alza? Pues yo a la baja, como antes. A la baja está don Ramón, y sigo a su lado. No hay cosa que disguste tanto a la suerte como la inconsecuencia. Y con estas seguridades, dadas enérgicamente, aunque sin saber con qué fundamento, el señor Cuadros conseguía serenar a Juanito.

Ante esta pena tan sincera del hombre que le había educado, Mauricio se abandonó á su emoción: se abalanzó á Roussel, le estrechó entre sus brazos, le obligó á sentarse en una butaca, se colocó en un taburete cerca de él, le cogió la mano y, llorando también, dijo: Basta, mi querido padrino; ni una palabra más ... Usted no me conoce ... ¡yo, abandonarle! ¡Dejarle acabar su vida, que espero será todavía muy larga, sin aprovechar la dicha de su continua presencia! ¿Cómo ha podido usted pensarlo? ¡Preferiría renunciar á todas las mujeres de la tierra, mejor que causar á usted una pena ... Usted llora, mi bueno y único amigo, por mi causa.... Es la primera vez y será la última ... Tranquilícese usted; jamás haré nada que le atormente ni que siquiera le disguste; sería un ente desnaturalizado si pensase en otra cosa que en complacerle.

Y por último, en lo tocante a la ciencia más honda que se supone que encierran las novelas del día, ya he dicho y repito ahora, que la novela no es ciencia, y que, aun suponiendo que enseñe mucho, nada vale como aburra, disguste y hasta ponga de mal humor a quien la lee, porque la amena literatura no se propone afligir, sino deleitar, sacando deleite hasta de los lances más trágicos y lastimosos y haciendo que la compasión y el terror estéticos traigan placer y elevación al ánimo y no que le desconsuelen y depriman, por donde Aristóteles decía que el fin de la tragedia era la purificación de las pasiones, esto es, que la compasión y el terror se conviertan por el arte en dulces y gratos, en vez de ser amargos e ingratísimos, como son por naturaleza.

Pues bien, las volveré a meter si me lo mandas. Yo no puedo hacer nada que te disguste... Te quiero demasiado para ello... Poco se conoce. ¿Pues? Cuando se quiere a las personas, se las viene a ver... No ha sido por falta de voluntad... Estos días he tenido muchísimo que hacer dijo él, relamiéndose interiormente por el triunfo que empezaba a vislumbrar.