United States or Guam ? Vote for the TOP Country of the Week !


Esta última hablaba animadamente con el encargado de los billetes; después, el encargado, que leía un papel blanco, se lo ha devuelto a la monja y le ha dado dos billetes azules. Entonces se han separado de la taquilla y las cuatro, con las cabezas juntas, cuchicheaban.

Entonces, señores, voy á complacerles... Mujer, busca en la taquilla la letra B... Aquí todo es administrativo; de otro modo no nos entenderíamos. La señora de Campistrón abrió un mueble y se puso á buscar los papeles. Tragomer, deseoso de completar sus noticias, continuó: Ha dicho usted, señor Campistrón, que Juana Baud era muy hermosa... ¿Tiene usted, por casualidad, algún retrato suyo?

Maza da una vuelta en redondo, se coloca otra vez en medio del salón, arranca violentamente el sombrero de la cabeza con ambas manos, y agitándolo vocifera frenético: ¡Pero, señor! ¡pero, señor! ¡no parece más que aquí nos hemos caído de un nido!... ¿Quieren ustedes decirme qué han hecho de veinte mil y pico de reales que ha importado el abono, y casi otro tanto que habrá entrado en la taquilla?

Y el empleado, que había oído ya varias veces su historia sin prestarle mucha atención, se llevó un dedo á la frente mirando á la mujer de la taquilla. Los dos se entendieron con una sonrisa que decía lo mismo: «Está loca, verdaderamente locaLa vieja apenas pudo dormir aquella noche. Sentía intranquila su conciencia. Era una egoísta que guardaba para ella toda la felicidad de su descubrimiento.

Hablaba con una dulzura infantil, y el empleado acabó por reir, lo mismo que la mujer de la taquilla. La vieja los saludó á los dos con agradecimiento al ver que la dejaban pasar. Luego saludó también á un policía inmóvil en el pasillo de entrada, como si fuese un antiguo amigo. No le parecía el mismo de la noche anterior...pero ¡por si acaso era!...

Se apeó delante del teatro y despidió el coche, y usando de su privilegio de autor entró sin detenerse en la taquilla. Había comenzado ya el acto segundo. Se acercó a la puerta central de las butacas, la entreabrió y echó una rápida mirada a los palcos. En seguida le vio. Había dos señoras en primer término y él con otro caballero detrás de ellas.

Un verdadero dispendio: una lira por persona; ¡pero cuando se aspira á casarse con una millonaria!... Mina tuvo que aguardar en la puerta unos minutos, mientras su enamorado tomaba los billetes, parlamentando largamente con el empleado de la taquilla. Llegó á sospechar si estaría pidiendo una reducción en el precio, por ser dos los billetes comprados. Un cartel de colores distrajo su atención.

En la taquilla hubo alborotos, peleas, se habló de filibusterismo y de razas, pero no por eso se consiguieron billetes. A las ocho menos cuarto se ofrecían precios fabulosos por un asiento de anfiteatro. El aspecto del edificio profusamente iluminado, con plantas y flores en todas las puertas, volvía locos á los que llegaban tarde, que se deshacían en exclamaciones y manotadas.

El hombre de la taquilla, después de apretar la mano repetidas veces al gerente y al ingeniero y de hacer un sinnúmero de saludos con su gorra galoneada, se dirigió en voz alta al maquinista: Ya puedes arrancar, Manuel.

Al día siguiente comenzaron los ensayos: los actores, entusiasmados con la nueva obra, trabajaban febrilmente; las actrices, ¡caso extraordinario! no opusieron el menor reparo al reparto de papeles; Mr. Bissón se multiplicaba, almorzaba y comía en el teatro, y con lo poco que producía la taquilla pagaba á los más necesitados y exigentes.