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Difícil de vencer era mi tentación. El mal disimulado asombro con que D. Pepito me miraba hacía mi tentación más fuerte. D. Pepito veía en el sobrenatural y más complicado producto de esa civilización de noventa siglos de que él quería apoderarse. Yo era para él como resumen y compendio de todas las ciencias, artes e industrias. Algo como enciclopedia viva. Entendió D. Pepito que si llegaba a entenderme y a saberme a , todo lo entendería y lo sabría. Y persuadido de esto, él me lo explicaba a su manera, y yo me sentía muy lisonjeada cuando él me lo explicaba. Sus explicaciones eran por lo común en castellano, pero de vez en cuando se empeñaba él en dármelas en guaraní. Yo no comprendía palabra, y él, entonces, quería enseñarme su lengua, asegurándome que para tratar de no pocos asuntos y sobre todo para el amor era mil veces más expresiva y eficaz que el habla de Castilla. Para complacerle le solía yo pedir que me dijese algo en guaraní y hasta que me enseñase a contestarle.

En la imposibilidad de hacerle á V. un prólogo, le escribo lo que pienso de sus Viajes: acepte V., amigo mio, acepte el óbolo de la incompetencia, y crea sobre todo que solo por aquello de que impossibile nemo tenetur, deja de complacerle tan por completo como lo deseara su sincerisimo y apasionado amigo: PATRICIO DE LA ESCOSURA. Paris, noviembre 1857.

Ana, por complacerle, le escuchaba con los ojos fijos en él, sonriente, y bajaba al parque cuando se trataba de lecciones prácticas. Frígilis llegó a entusiasmarse, y una tarde contó la historia de su gran triunfo, la aclimatación del Eucaliptus globulus en la región vetustense.

No pudiendo sufrir sus originalidades, á pesar de hacer cuanto estaba en su mano para complacerle, aprovecharía una buena oportunidad tan luego como penetrara ciertas cosas que empezaba á conocer y que podrían serle de mucho provecho.

Deseo que tanto las conferencias que celebren ustedes con motivo de este lance, como el lance mismo, se realicen en Nieva... Porque añadió con acento, mitad sarcástico, mitad enternecido, por más que a ustedes les parezca raro, todavía hay en esta casa personas que me aman. Los padrinos prometieron complacerle, y se retiraron dando la vuelta a Nieva.

Yo nada tengo que ver, contestaba nerviosamente; yo les estuve diciendo: esas son quijoterías... ¿Verdad, , que lo he dicho? Basilio no sabía si lo había dicho ó no, pero por complacerle contestó: ¡, hombre! pero ¿qué sucede? ¿Verdad que ? Mira, eres testigo: yo siempre he sido opuesto... eres testigo, mira, ¡no te olvides! , hombre, , pero ¿qué pasa? Oye, ¡ eres testigo!

El Sr. de Figueredo era más bien despreciado y aborrecido, y por lo tanto, el sujeto menos idóneo para patrocinar e introducir ante el público a una artista que aspirase a hacerse aplaudir. Consternado recibió la carta, porque debía favores a quien se la escribía, tenía obligación de complacerle y no se consideraba muy apto para tan difícil empeño.

Ante esta pena tan sincera del hombre que le había educado, Mauricio se abandonó á su emoción: se abalanzó á Roussel, le estrechó entre sus brazos, le obligó á sentarse en una butaca, se colocó en un taburete cerca de él, le cogió la mano y, llorando también, dijo: Basta, mi querido padrino; ni una palabra más ... Usted no me conoce ... ¡yo, abandonarle! ¡Dejarle acabar su vida, que espero será todavía muy larga, sin aprovechar la dicha de su continua presencia! ¿Cómo ha podido usted pensarlo? ¡Preferiría renunciar á todas las mujeres de la tierra, mejor que causar á usted una pena ... Usted llora, mi bueno y único amigo, por mi causa.... Es la primera vez y será la última ... Tranquilícese usted; jamás haré nada que le atormente ni que siquiera le disguste; sería un ente desnaturalizado si pensase en otra cosa que en complacerle.

El anciano monje no se aparta de su lado, sostiene la conversacion con discernimiento y buen gusto, se muestra tolerante con las opiniones del recien venido, se presta á cuanto puede complacerle, y no se separa de él, sino cuando suena la hora del cumplimiento de sus deberes.

Yo deseo complacerle; pero lo considero harto difícil. El asunto es tan complicado que, para tratarle bien, sería menester escribir un par de volúmenes y no un artículo breve. Mucho aumentaría la extensión del escrito si me empeñase en decir, además de lo que á se me ocurre, lo que se ha ocurrido á los otros desde Platón y Aristóteles hasta Hegel, Gioberti, Pictet y demás autores novísimos.