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Con algunos hombres pasaba lo mismo. Otros estaban perfectamente serenos. Entre éstos, el que menos pensaba en su situación corporal era, sin duda, Raimundo, absorto por completo en la que ocupaba moralmente. Clementina, a despecho de su amor y de sus promesas, no dejaba de coquetear con Escosura. Estaban sentados en dos sillas contiguas, frente al asiento que él ocupaba.

Con voz potente y campanuda hizo el panegírico del duque, a quien llamó "genio financiero" unas cuantas veces. Habló del trabajo, del capital, de la producción, pasando en seguida a la política, que era su fuerte. Escosura no vivía hacía tiempo más que para la política.

Un día, en que estaba más cariñosa que de costumbre, teniéndole sentado a sus pies y acariciándole los cabellos con sus hermosos, delicados dedos cargados de sortijas, le dijo con acento meloso: sigues con tus celos de Escosura. ¿verdad, Mundo?... Pues haces muy mal.... No me gusta poco ni mucho ese hombre.... : eso me has dicho muchas veces ... pero....

Bretón de los Herreros. Gil y Zárate. D. Angel de Saavedra. Hartzenbusch. Larra. García Gutiérrez. Escosura. Zorrilla. Otros poetas dramáticos modernos. Nueva afición al antiguo teatro nacional. 349 AP

Tomóle del brazo, y sin reparar en si le molestaba o no, se puso a charlar animadamente de Fisiología. Raimundo se hallaba en un momento de tristeza y desmayo. Hacía tiempo que observaba que Escosura tenía proyectos amorosos respecto a Clementina. La festejaba con todo descaro donde quiera que la veía, afectando desconocer sus relaciones, sin reparar siquiera en él.

D. PATRICIO DE LA ESCOSURA comenzó brillantemente su carrera con el drama La corte del Buen Retiro, cuadro lleno de vida y trazado por pincel artístico de la corte de Felipe IV: los personajes más notables é interesantes de esta corte, el duque de Olivares, Velázquez, Calderón, etc., están hábilmente agrupados en él en torno del conde de Villamediana, cuya temeridad en amoríos y muerte final constituye el núcleo principal de su trama.

En cambio, a Clementina le ayudaban los acreedores de su marido, sus amigas Pepa Frías, que no cesaba un momento de ir y venir visitando a los médicos, a los magistrados, a los periodistas, la condesa de Cotorraso, la marquesa de Alcudia, su cuñado Calderón, sus amigos el general Patiño y Jiménez Arbós, y más que todos ellos, como quien más obligación tenía, su amante Escosura.

Era incapaz de fijarse en los diversos matices del trato social, que apenas cultivaba desde que se había retirado de la política para consagrarse exclusivamente a la ciencia. Había formado parte de aquella excursión por complacer a su cuñado Escosura, que poseía un número considerable de acciones en la mina.

Cuando aquél se quejaba tímidamente de su abandono, la dama se disculpaba con los celos de Escosura. Por más que hacía no lograba convencer a éste de que se hallaban rotas sus antiguas relaciones; la vigilaba con disimulo, espiaba sus pasos; el día menos pensado averiguaría la verdad. "Ya ves, el engaño sería muy feo: tendría razón para ponerse furioso".

Era el encargado de vengar a todos aquellos ilustres culoteadores de pipas, de las altas dotes intelectuales que toda España reconocía en Peñalver. Al llegar los postres levantóse a brindar Escosura. A éste le respetaban algo más los salvajes por su corpulencia, por su carácter fogoso y sobre todo por su dinero. Presumía de orador tribunicio.