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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Mi voluntad ha sido acertar a complacerle, y mover su ánimo a desear, como yo deseo, el bien de estos naturales, facilitándoselo con algún nuevo método de gobierno que los saque de la miseria, sujeción y abatimiento en que se hallan, y gocen en vida política y civil los bienes de la libertad que Su Majestad les franquea, y las abundancias y conveniencias que tan liberalmente les ofrecen sus terrenos; y que el real erario tenga los aumentos que son consecuentes al floridísimo comercio que se puede establecer, con otras muchas ventajas que lograría la monarquía.

Pero no deja de ser arriesgado. No me voy sin darles una lección insistí. Sarto vaciló. Pues bien dijo, no es lo más acertado, pero se ha conducido usted bien y hay que complacerle. Después de todo, si caemos nos habremos ahorrado una porción de disgustos y cavilaciones. Yo le diré a usted cómo sorprenderlos.

Disputas de chicas.... Algunos golpes.... Nada entre dos platos.... Esto se arregla en dos segundos.... , chiquita, a la cama.... Mañana le darás un beso; la regalarás un brazalete.... Todo arreglado, todo arreglado comenzó a gruñir con el desenfado del que está en su casa. El oficial apenas tuvo valor para murmurar: Señor duque, tendría mucho gusto en complacerle ... pero mi obligación....

Don Paco tenía plena conciencia de lo que debía y de lo que podía esperar y temer aún de don Andrés; de suerte que tanto por gratitud cuanto por prudencia previsora, le servía con la mayor lealtad y celo y procuraba complacerle siempre. Don Paco, sin embargo, no recelaba mucho perder su elevada posición y su envidiable privanza.

Transcurrieron algunos días. El enojo de D. Jaime por el desaire recibido fue creciendo. En su interior no daba toda la culpa a Rosa; hacia partícipe a su hermano por haber tolerado el galanteo de Andrés una porción de meses con señales de no disgustarle. Después, pensaba que Tomás no había hecho lo bastante por complacerle, no había obrado con suficiente energía para rendir a Rosa a recibirle por esposo. Porque si bien era verdad que la castigaba, y a veces cruelmente, estos castigos quedaban desvirtuados por el efecto de consentirla pasar tardes enteras con su amante en el molino; y aunque últimamente habían cesado estas visitas, todavía no usaba con ella de la debida vigilancia, porque en todas partes y a todas horas se veían y se hablaban, de lo cual era testigo el pueblo.

Antes de salvarlo por un puentecillo de madera, Tristán propuso apearse y descansar un poco. Clara se resistió débilmente; era ya tarde; deseaba llegar a casa antes que regresasen de la estación sus hermanos. Pero cedió al fin por complacerle. ¿Un ratito nada más, verdad? Cinco minutos echando por largo. El agua bajaba brincando entre rocas manchadas de musgo.

Todas miraban con respetuosa ternura al párvulo triste y hermoso que no había cumplido aún doce años y parecía llevar en la frente el surco de misterioso pesar. Todas rivalizaban en complacerle, en agasajarle. Durante el trabajo, entre el zumbo de las ruecas, se hablaba de cosas fáciles que él comprendía, y, casi siempre, al anochecer, se contaban historias.

Con aparente razón me argüirás, respetado y querido lector, que cómo y por qué, si me considero sin fuerzas para darle cima, tengo la osadía de pretender ejecutaría; y yo te replicaré humildemente que, considerando que es la más antipática forma de la soberbia y la presunción la intempestiva modestia, virtud que tan pocos tienen y con tantísima frecuencia se falsifica, si hubiera sido un íntimo amigo el que me hubiera solicitado para tal empeño, con la confianza que la amistad hubiera rehusado el complacerle, exponiéndole franca y sinceramente mi incompetencia y los perjuicios que á su obra le irrogaría el ir precedida de un prólogo de persona de tan poca autoridad como soy yo; pero se trataba de un escritor meritísimo, según he podido comprobar por la lectura de su obra, que era para completamente desconocido, y cuya jerarquía en la milicia, aunque honrosísima, es modesta, y una negativa mía tal vez la hubiese considerado como desdén más bien á la persona que al libro, incurriendo yo, sin pretenderlo, en desconsideración y descortesía.

Hay que decirlo en secreto, porque a Mario no le gustaba que se divulgase entre sus amigos. Era aficionado a la escultura. En modelos, vaciadores y utensilios se le iban lindamente los cuartos. Desde muy niño había mostrado afición al dibujo. Su padre, por complacerle, le puso maestro: llegó a dibujar muy correctamente. Luego emprendió la pintura, venciendo sin trabajo la resistencia de su padre.

Vente conmigo y vamos a dar una vuelta por las rondas del Sur». Fortunata no pensaba más que en complacerle, y accedió con algún recelo, pues siempre que paseaban juntos, aunque fuera por sitios apartados, temía encontrarse a Maximiliano o a doña Lupe a la vuelta de una esquina. Esta idea le hacía temblar. Pasearon un buen ratito, sin que tuvieran ningún encuentro desagradable.

Palabra del Dia

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