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Seguramente que ellos creerían que las hadas de la montaña les habrían hecho aquel regalo, escondiéndose después entre las sombras del bosque donde ellas viven. Habíamos caminado un buen rato, cuando oímos el eco de repetidas risotadas y alegres exclamaciones.

Que eso no os aliente para exigirme igual conducta cuando estemos solos. ¿Y eso por qué? Si yo no os tratase delante de esas gentes como á un amante favorecido, creerían que me burlaba de vos. Yo no quiero que nadie pueda creer tal cosa. Os aprecio y os respeto demasiado para que yo os ponga en ridículo delante de nadie.

Pero ¿ha visto usted me decía qué joyas tan bellas producen esos gringos? La joya bella era el automóvil recién llegado: una máquina esbelta, ligera, incansable, como un corcel de ensueño. No quiero decir la marca. Creerían ustedes que estoy pagado por la casa constructora. Baste decir que era un gran automóvil, el mejor de los Estados Unidos, y no añado más. Yo lo admiraba tanto como mi general.

Habéis creído mal... yo no podía casarme con vos; yo no podía daros esa suma de encantos, de nobleza, de dignidad que os ha dado vuestra esposa; yo era, yo soy una mujer perdida para el amor; lo he conocido al conoceros... al amaros he comprendido que no debía ser para vos lo que he sido para otros... quería ser más... quería ser... vuestra hermana... vuestra hermana del corazón... oíd... no vendréis á mi casa... no... eso se sabría... creerían que yo era vuestra querida... lo sabría vuestra esposa, porque conoce á muchas gentes, y entre esas gentes, que son como todas, las hay sin duda que se gozan en la desgracia ajena... esto es odioso, pero es verdad; por recatadamente que viniérais á verme, alguien os vería... ya lo creo... os sentirían mis criados... y mis criados... lo dirían, porque los criados lo dicen todo... no, no debéis, no podéis venir á mi casa, porque no podéis, no debéis herir el corazón de vuestra esposa.

Claro es que está uno más a salvo si lleva melenas de que le tomen por espía; pero ¿qué culpa tengo yo de que se me caiga el pelo? O ¿acaso hay, que llevar peluca... como un espía de verdadEncendió un cigarrillo y lo tiró en seguida; no tenía ganas de fumar. «Lo más sencillo sería entrar en su casa y decirles: Señores, ha sido una broma. Pero no, no lo creerían.

No se sabe hasta qué punto creerían los melindeños tan enormes exageraciones; pero, como vieron después que los portugueses enviaron al mar de la India poderosas flotas, que eran valientes y terribles, que conquistaron muchos puertos y ciudades, que asolaron no pocas provincias y que iban enseñoreándose de todo, acabaron por creer lo que al principio les habían dicho; a formar de Portugal el más elevado concepto, y a considerar como la mejor política la conservación y el acrecentamiento de la amistad portuguesa.

Todas aquellas mujerzuelas que se codeaban sin piedad para verla cruzar hacia la iglesia se creerían defraudadas si se hubiera casado prosaicamente y la viesen de bracero con su marido, precedida de una niñera con tierno infante en los brazos. La plaza estaba llena de curiosos.

Al entrar al fin en la última calle, ya tenía el niño la mano en la llave de la portezuela, dispuesto a abrirla, asomando al mismo tiempo la carita, porque de seguro estarían esperándole en algún balcón su padre, su madre, o Lilí, o quizá los tres juntos... Ya les enseñaría él desde allí abajo los premios, y creerían que no era más que uno, y verían luego que eran cinco y dos excelencias. ¡Qué risa entonces!... Pero los balcones estaban todos cerrados, y no se veía en ellos alma viviente.

En cuanto á lo de venir, quizá no pueda porque está escondido dijo el alférez. Pues si está escondido, ¿quién le ha visto? Le vieron anoche en palacio. Creerían verle. Allá lo veremos; ¿pero qué esto? Lo que había motivado la pregunta del alférez, era un ruido particular, un alboroto que provenía del primer bastidor de la derecha del escenario. Todos corrieron allá.

Si yo me dedicara en Madrid a hacer sillas, mis paisanos creerían que las hacía para conseguir una cartera. Hago artículos, y no se imaginan que pueda hacerlos más que para trabajar mi nombramiento. En Galicia se admite el que uno sea original, pero no hasta el punto de ir a Madrid para no volver de ministro... Y, probablemente, mis paisanos tienen razón.