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La carta terminaba así: "Yo había cifrado el objeto de mi vida y todas mis aspiraciones en el amor de usted. Por lo mismo tuvieron mis sentimientos una sinceridad incontestable. Jamás hubiera querido conquistar su cariño por otro medio. Pero tal vez por mi sinceridad misma la he de perder para siempre. Ayer pedí a Charito, como favor de amistad, que la invitara para el viernes.

Tenga usted en cuenta, pues, lo que ha debido ser para ese desengaño a que se refiere... A esa edad en que el destino del hombre está en suspenso, es casi siempre una mujer quien lo decide... quien lo convierte en bueno o en malo... Cuanto a , esa mujer fatal ha sido su amiga de usted... Tal cual ella se me aparecía entonces, con su temible belleza y sus supuestas virtudes, era a mis ojos como el viviente símbolo de la dicha que yo soñaba en el seno de un hogar respetado... Yo había cifrado todo mi porvenir, toda mi vida en ese ensueño de que ella era la inspiradora... Usted sabe todos los obstáculos que nos separaban, usted conoce todas las objeciones, todas las resistencias que debía yo arrostrar o vencer... Usted sabe que estaba pronto a todas las abnegaciones, a todos los sacrificios... No ignora que lo aceptaba todo, las privaciones, las estrecheces, la sujeción, el trabajo... con tal que fuera mi mujer... Sabe, en fin, cuánto la amaba... con qué loca ternura... casi santa, me atrevo a decirlo así... Y cuando ella ha burlado un amor semejante, le admira a usted que me haya convertido en un insensato y que la llame una miserable.

El párroco entonces pasó a mostrarle la huerta, en la cual tenía cifrado tanto orgullo como en la profundidad de sus conocimientos teológicos. Estaba llena de árboles frutales y legumbres. No se veía una flor ni un arbusto de adorno. Desde allí pasaron a un vasto prado, donde tenía unos cuantos operarios alzando pared.

La excelente madre de familia que ha cifrado sus esperanzas todas en esta querida hija, no cesa, durante el camino, de inculcarle sabias máximas de moderación y moral. Marcha siempre derecha por el camino de la vida, hija mía le dice, ¡cuidado con tropezar! Mas si el implacable destino te tiene deparada esa desgracia, ¡cuida mucho de caer sobre un lecho de rosas!

La mujer sepultada en su casa desde que nace hasta que muere; la mujer á quien se representa como un vacío insondable el espacio que media entre la cuna y el sepulcro; que está acostumbrada á mirar en aquel vacío un ataud, cuya gasa negra no puede suspender; una madre, una esposa, una hija que tiene el hábito de enamorarse hasta del espejo en que se contempla, hasta de la vajilla en que come, hasta del dedal de su costurero: esa mujer cuyo destino está cifrado en amar lo que ve, y no ve otra cosa que el misterio que la rodea; esa mujer que se habitúa á enamorarse de su propio misterio, no puede menos de ser ardientemente patriótica, porque es ardientemente doméstica.

Marchó automáticamente al través de las calles, embargado por una honda tristeza que le apretaba el corazón. No era vanidoso ni había cifrado quiméricas esperanzas sobre su obra. Pero había sentido ya el aroma de la gloria; el favor del público le había hecho soñar con adquirir por medio de su arte una posición con que pudiera vivir tranquilamente con su esposa y su hijo.

¿Sería posible que Dawson, habiendo tenido conocimiento de mi buen resultado en la solución del enigma cifrado, hubiera partido para Italia con el fin de salvar el secreto del cardenal y arrebatárnoslo?

Sin embargo, el hecho de encontrarse el enigma cifrado en su poder, era ciertamente algo más que extraño. ¿Suele usted ausentarse de su casa? le pregunté al fin, recordando cómo lo había conocido en la mesa de Blair, con motivo de la comida en su casa de la plaza Grosvenor, pero no muy satisfecho del descubrimiento de la carta con las curiosas inscripciones enigmáticas.

Había resuelto, con Reginaldo, que no debíamos perder un momento más de tiempo, ahora que me sentía suficientemente mejorado y fuerte para viajar, y que era preciso marchar para Toscana, con el fin de averiguar la realidad de aquel misterioso registro cifrado.

También me manifestó la noche antes de irse, aquí en esta pieza, donde estábamos sentados fumando, que el secreto estaba archivado en forma de registro cifrado, pero de una naturaleza tal, que ninguno que lo descubriera podría leerlo sin poseer la clave de la cifra. ¡Entonces fue aquí, en estas cartas, donde le dejó estampado el secreto! grité, interrumpiéndolo. Justamente.