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»Carlos, con toda la efusión y el calor de una verdadera amistad, combatió semejante proyecto; pero Teobaldo rechazaba todas sus objeciones con la calma y sangre fría de un hombre cuya resolución es inquebrantable; pero como nosotros insistiésemos, exclamó: »¿Dirán ustedes, acaso, que no tomo ese partido por ambición? Carlos, ¿no soñaste que yo llegaría a las primeras dignidades de la Iglesia?

Convencida la tía María de que ningún apoyo ni ayuda alguna tenía que aguardar del hombre de influencia, al cual había querido asociarse en su empresa matrimonial, se determinó a llevarla a cabo por y ante , segura de vencer las objeciones de María y las que pudiese poner don Federico, como Sansón a los filisteos.

Además, Nietzsche era un poeta que había muerto en plena demencia, y no figuraba entre los sabios de la Universidad. Su fama la habían labrado en el extranjero... Y no volvió á ocuparse más de aquel joven, como si se hubiese evaporado después de sus atrevidas objeciones. Toda su atención la concentraba ahora en Desnoyers.

Finalmente, aunque con este miedo y recelo, las escribió de la misma manera que él las hizo, sin añadir ni quitar a la historia un átomo de la verdad, sin dársele nada por las objeciones que podían ponerle de mentiroso. Y tuvo razón, porque la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.

Suelen los asuntos componerse de muchas verdades, que juntas sirven para prueba irresistible de una conclusion. Si se miran las pruebas solo por un lado, aunque parezcan ciertas y buenas, pueden engañar por haber otras cosas que las contradicen; y no pudiendo haber una verdad contraria de otra, por eso es preciso satisfacer las objeciones, y exâminar de este modo el asunto por todos sus lados.

Algunas objeciones les opusieron los padres graves de Guadalupe, alegando que los Hermanos de la pobre vida carecían de las fincas ó elementos necesarios para sostener con decoro la elevada Orden Jerónima; pero Juan de Robledillo y Andrés de Plasencia acudieron á su protector Garci-Álvarez, que por entonces residía en Oropesa, el cual montó en seguida á caballo y se presentó ante el Capítulo de Guadalupe, haciendo suya la solicitud de los anacoretas de Yuste.

Iría á reunirse con él tan pronto como terminase ciertos asuntos que le retenían en Nápoles. Tòni dilató sus ojos con un gesto de sorpresa. Quiso responder, pero quedó con la boca abierta, sin atreverse á dar salida á sus palabras... Era el capitán, y él no iba á permitirse objeciones á todas sus órdenes.

Aunque evidentemente conmovida Beatriz ante esta insinuación inesperada, la acogió sin protestas y hasta sin objeciones. Quizás en el fondo de su alma turbada, empezaba a desconfiar de su propia constancia deseando así que una mano potente viniese a salvarla de esa lucha que cada día más presentábase a ella como más dolorosa, como más imposible.

No obstante, cuando llegó el segundo ejercicio, que consistía en escribir encerrado, durante veinticuatro horas, una disertación sobre un tema elegido entre tres y contestar después a las objeciones que dos compañeros le hiciesen, ocurriósele una idea salvadora; pidió por favor a Miguel, en cuyo talento fiaba mucho, que se la escribiese. Hubo necesidad para ello de valerse de un ardid.

No quise hacer más objeciones, porque la idea de que corríamos un gran peligro me impedía ocupar la mente con pensamientos contrarios a los propios de tan crítica situación.