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De más mérito, pero formada con iguales elementos, es El conde Lucanor, obra fantástica, cuya acción alterna entre Egipto y Toscana, y cuyos principales personajes son un príncipe de Rusia, otro de Hungría, el duque de Toscana, el Sultán y una encantadora egipcia; no escasean en ella detalles agradables y poéticos, pero la traza de ópera de su conjunto y lo alambicado de su exposición, ahogan por completo estas bellezas aisladas.

Fueron apresadas : de Juan Andrea Doria, La Real Signora, Condesa, Pellegrina, Presa, Divitia: total, 6. Del Papa, La Capitana, San Pedro, Toscana: 3. Del Duque de Florencia, La Elbigiana: 1. De Nápoles, Capitana, Patrona, San Jacobo, Leyva, Mendoza: 5. De Sicilia , Capitana, Patrona, Galifa, Águila, Capitana, del Marqués de Terranova; Patrona, de id.; Capitana y Patrona, de Mónaco: 8.

Sin duda en Venecia, en Milán, en Nápoles y en Sicilia, se hablan y se escriben cuatro dialectos distintos, pero con cierta modestia, reconociendo todos cuantos así escriben sin excluir v. gr. al gran poeta lírico Meli y al chistosísimo, fecundo é ingenioso dramaturgo Altavilla, que escriben en un dialecto vulgar, y que no hay más que una lengua nacional y de toda Italia, que es la lengua toscana, que ya debe llamarse italiana, así como la castellana debe llamarse española.

Miembro de una de las más esclarecidas familias de Toscana, con él terminaba su ilustre progenie: su único sobrino, el Conde Fabricio de Portinaris, se había marchado a América hacía quince años y no se había vuelto a tener noticia de él.

Leonido se presenta á Marfisa y le cuenta su vida, diciéndole que había sido expuesto á la inclemencia del cielo, adoptándolo el duque de Toscana, y que más tarde, ya hecho caballero, por amor á Arminda había dado muerte á su hermano. Marfisa, en un espejo mágico, hace ver á su amada, que, con ayuda de los dos Príncipes, busca á aquel matador.

¡Por Santiago! ¡Vaya la linda pareja! ¡cómo le aprieta ella con sus dos brazos, y con qué gracia las mangas verdes de su jubón se destacan sobre el color sombrío de la chaqueta de su amante! ¡Qué fuego en esas pupilas que centellean bajo unas espesas cejas negras! ¡vive Dios! ¡qué miradas! ¡qué talle tan flexible!... ¡que la Virgen bendiga esa complaciente basquiña con largas franjas de raso, que deja ver una pantorrilla fina y redonda y un pie de niña!... ¡Tres veces bendita sea, porque ha dejado ver un momento la liga azul, y su media de seda y el pequeño puñal de Toscana que una verdadera andaluza no abandona jamás!

En toda la provincia de Toscana, ya sea en la choza del pobre, ya en el palacio de un príncipe, el paciente, humilde y caritativo fraile capuchino es bien acogido; en la casa de todo contadino está siempre preparado para él un pedazo de pan y una botella de vino, y en las villas y palacios de los ricos encuentran siempre un lugar en la sala de los sirvientes.

«En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos que, por excelencia y antonomasia, de todos los que los conocían los dos amigos eran llamados.

Pensi me refirió cómo, antes de soltar al Cardenal, se trasladó, con el mayor sigilo, a cierto paraje de la provincia toscana y se cercioró de que el secreto que había revelado el gran eclesiástico era una realidad. Después de eso fue puesto en libertad, y, con una escolta que lo garantiera, marchó hasta Cosenza, donde tomó el tren para Roma.

Conocido es el lindo camino; el encantador semicírculo que forma el Mediterráneo después de haber abandonado la aspereza de Génova, dejado atrás la magnífica rada de la Spezzia y que se engolfa uno bajo los virgilianos olivares de la Toscana. A mitad del camino de Liorna, una costa conquistada al mar ofrece el solitario puertecito que consagra en adelante la encantadora fundación.