United States or Nigeria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lorenzo, por Dios exclamó de pronto Melchor, poniéndose angustiosamente de pie y acercándose a su amigo, que había ocultado la cabeza en el brazo derecho puesto sobre el respaldar de la silla y lloraba a sollozos, mientras Ricardo continuaba tocando en el piano el 5.º nocturno de Chopín.

La puerta del salón de Damas se abría solemnemente; un elegante y correcto anciano, con blancas patillas y delicadamente afeitado el resto de la faz, se quedó en el umbral en diplomática postura; una mujer alta y gallarda penetró en el recinto; acrecentaba su clásica beldad el negro traje de tafetán, muy ceñido y golpeado de azabache; sobre su frente de diosa, el sombrero de tul con espigas de oro, parecía mitológica diadema; era su andar noble y soberano, y sin cuidarse de saludar a nadie, se fue hacia el piano, vacante a la sazón, y sentándose, comenzó a interpretar magistralmente unas mazurcas de Chopín.

El claustro, obscuro, enorme, conmovíase con una música misteriosa que parecía venir de muy lejos, al través de los recios paredones. Era Chopin, que, inclinado ante el piano, componía sus Nocturnos.

Aquella noche, mientras tomaban café en el terrado adornado de naranjos y adelfas y Blanca descifraba en el piano un nocturno de Chopin, estaban discutiendo la cuestión de una nueva institutriz y la de Candore se quejaba vivamente de la dificultad de hallar una reemplazante para miss Dodson.

Yo, una vez pronunciado mi discurso, di por terminada mi actuación política, para correr como simple viajero la hermosa isla que vio en la Edad Media los paseos meditativos del gran Raimundo Lulio filósofo, hombre de acción, novelista y en el primer tercio del siglo XIX sirvió de escenario a los amores románticos y algo maduros de Jorge Sand y Chopin.

Claro es que esta turba hombruna llega, más que por el deleite artístico, atraída por el olor de la hembra; prefieren estos sátiros un grácil escorzo o la insinuación anfórica de la cadera a un nocturno de Chopín, y la línea de un busto bello a una melodía de Borodine... Y es posible que estos sátiros tengan razón.

En una tarde de lluvia el azar hizo que se encontraran solos en el salón. La joven acababa de tocar un nocturno de Chopín «porque, había dicho, esa música se armoniza bien con un tiempo oscuro y melancólicoJuzgando favorable el momento, dejó el piano y fue a sentarse al lado de Huberto. María Teresa, usted interpreta este nocturno de una manera sorprendente; me sentía emocionado escuchándola.

La hembra caprichosa de las noches venecianas, la infiel compañera de Musset, era la misma enfermera que guisaba la cena y preparaba las tisanas al moribundo Chopin en la soledad de Valldemosa... ¡Si él hubiese conocido una mujer así, una mujer que llevase dentro mil mujeres, toda la infinita variedad femenil de dulzuras y crueldades!... ¡Ser amado por una hembra superior, a la que pudiera imponer el ascendiente varonil y que al mismo tiempo le inspirase respeto por su grandeza intelectual!...

Si un señor me invitase un día a jugar una partida de ajedrez, por muy obligado que yo le estuviera, no le complacería. Le demostraría que no jugar al ajedrez, y el señor en cuestión tendría que renunciar a la partida proyectada. Si el mismo señor pretendiese otro día hacerme ejecutar al piano la Marcha fúnebre de Chopin, tampoco me sería fácil complacerle.

Al fin se la otorgaron, pero fue para despedirle a los pocos días: la música de Juan no agradaba a los parroquianos del Café de la Cebada; no tocaba jotas, ni polos, ni sevillanas, ni cosa ninguna flamenca, ni siquiera polkas; pasaba la noche interpretando sonatas de Beethoven y conciertos de Chopín: los concurrentes se desesperaban al no poder llevar el compás con las cucharillas.