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A los dieciséis años, Virginia era una criatura llena de seducciones y de gentileza, con las manos y los pies muy menudos y un cuerpo grácil, que comprendía todos los ritmos y daba vida á todos los disfraces.

Fue peinadora, cosió para las tiendas y el corte, siendo desgraciada en todo, y por último se puso a lavandera. Pasó tiempo. La duquesita, esbelta y grácil, como un ángel de los que pintó Goya en San Antonio, se había convertido en una señorona de opulentas formas: Manuela, antes guapa, airosa y limpia, estaba fea, ordinaria, flaca, embastecida por el trabajo y desfigurada por las privaciones.

Claro es que esta turba hombruna llega, más que por el deleite artístico, atraída por el olor de la hembra; prefieren estos sátiros un grácil escorzo o la insinuación anfórica de la cadera a un nocturno de Chopín, y la línea de un busto bello a una melodía de Borodine... Y es posible que estos sátiros tengan razón.

Unos amores tan largos es cosa que debe respetarse manifestó Enriqueta con profunda convicción. Los demás expresaron también su aprobación poniéndose muy serios. Parecía que aquel adulterio era cosa sagrada e intangible. A los postres llegó Rosita León, una mujercilla que sólo tenía de joven la figura grácil, elegante y vivaracha. El rostro bastante ajado y con pronunciadas ojeras.

La segur más grácil, para cuando quiera cercenar un lauro o una flor de amor, para el santo muérdago de la vida íntima y para el ensueño de mi corazón; y la más robusta, para las podridas ramas que del árbol la ignominia son; para las raíces de la mala yerba que la gloria roban de la mies en flor, y para los cuellos del halcón y el lobo y el áspid traidor. Mayo, 1914.

Sacramento no era hermosa, sino bonita: pequeña, delgada, extremadamente blanca, los ojos de un azul muy claro, los labios finísimos, tan pobres de color que parecían exangües: los brazos débiles, el talle largo, el pecho apenas pronunciado, todo el cuerpo menudo y grácil, como de adolescente que no ha llegado a su completo desarrollo.

Esta es la mayor exclama . En casa quedan otros cinco leones. ¡Calcule usted los versos que tendré que hacer! La niña rubia, una grácil adolescente de catorce años, tiene los ojos zarcos e ilusionados. Ahora le voy a comprar unos zapatos, ¿sabe usted? Los romperá en seguida, porque estas criaturas...

Experimentó Gillespie una sorpresa que no por haberse repetido muchas veces resultaba menos intensa. «¡Miss Margaret Haynes!...» Luego tuvo que pensar, como siempre, que miss Margaret, aunque pequeña, grácil y delicada, no era tan diminuta, y que esta beldad pigmea sólo podía ser Popito.

Volvió el ave a aletear a la par del alero, graznando agresiva, cuando abriendo la puerta del salón anunciaron: Doña Rebeca. Carmen imploró. Viene a buscarme; ¡no me dejes, por Dios, no me dejes! El de Luzmela había doblado la cabeza sobre el hombro de la niña, y sus brazos se iban aflojando en torno al cuerpo grácil de la criatura.

Es un sillón canonjil, amplio y cómodo, de respaldo y asiento cuadrados, entre cuyos brazos tranquilos creemos ver agitarse la figurilla picante y grácil, llena de movilidad y de iniciativas, de la famosísima empresaria del Palais Royal. Y hay alrededor del viejo mueble olvidado, como una evaporación de silencio, de melancolía y de paz. Margarita Brunet nació en Bayona el año de 1730.