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¡Ay, carape! se dijo: con esto no contaba yo ahora. ¿Habrá visto el yacht aparejado desde allá arriba? ¿Vendrá acá?... Por las trazas, ... ¡Pues buenas están las mías para recibirla, carape!... Pero, bien mirado, no estoy sucio ni roto... ¿Y si no nos ha visto, ni viene a lo que yo presumo? ¿Espero?... ¿Me largo?... ¡Largarme! ¡Tendría que ver! ¿Podría, aunque quisiera? ¡Pues no están vibrándome las fibras todas como si de pronto me hubiera henchido de la salud que me faltaba?... ¡Carape, carape, hombre, qué cosas éstas tan extrañas!... Ya no la veo... ¿Por qué no serán transparentes los breñales que me la tapan ahora? ¿Por dónde echará? ¡Por dónde, por dónde! ¿Tienes más que ir a verlo, simplón, cuanto más que estás deseándolo?... Eso ; pero ¿cómo lo tomará? ¿A bien? ¿A mal? ¡Ay, qué arrastradas desconfianzas estas mías, que no acaban de curárseme!

Nunca le tomó apego, como el Cura, a la caza mayor... en los breñales, se entiende, porque a la vera de su casa o al amor de la lumbre, se zampa un buey en dos sentadas, si hay quien se le ofrezca. Por eso y otras cosas, le llamamos los que bien le queremos, sin que a mal lo tome ni se ofenda, «Marmitón».

Ahora dime la buenaventura exclamó el ladrón, tendiéndome la mano. Me puse á cavilar. Si muero para esa fecha, quedarás libre. ¡Muchas gracias! Y me arrepentí de haber echado tan corto el plazo. Quedamos en lo dicho: fuí conducido á la cueva, donde me encerraron, y Parrón montó en su yegua y tomó el tole por aquellos breñales... ¡Todo lo contrario, mi General!

El caballo va contento, contentos van los amantes: el corcel, por ir saltando; los dos, por ir a gozarse. Cabalgan los dos, cabalgan por entre obscuros breñales, que quien a hurto camina de ocultas sendas se vale. La vuelta van de la playa, huyendo el odio de un padre, para echarse en un esquife y en Tremecén repararse.

Pues por ese callejo hay otra salida que va trepando por los breñales... en fin, hombre, hazte cuenta que en cada resquebrajo que veas en un monte de éstos, hay un sendero por donde andan estas gentes como por el portal de la iglesia, y se pasean y toman el aire y recrean la vista los hombres desocupados y sanos de pecho, como . Ya verás, ¡trastajo! ya verás lo que es bueno.

Píntate en tu imaginación, hermano Mohamad, cuál se quedaría tu bellísima y tierna esposa al ver súbito delante de al jayán de ese descomunal Alafrit con su disforme estatura, casi doble que la de la novia, cuya descripción te he hecho; con sus ojos semejantes, cada cual al corral de Belet, si estuviese ardiendo con azufre; con los hornillos de sus narices iguales a dos caleras humeantes e hirvientes; con sus dos piernas de figura salomónica, cada una formada de dos enormes serpentones enroscados; con su barba tejida de breñales y raíces de antiquísimos árboles, y con otros primores de tal jaez.

Medrados estamos con el paladín éste, que todavía no se ha quitado de los zapatos el barro amarillo de los breñales de Hanson y ya viene tratándonos de parlanchines. ¡Qué gente tan lista la de esta tierra, Roger! dijo Gualtero con sorna, guiñando el ojo á su amigo. ¿Cómo debemos tomar vuestras palabras, señor mío? Tomadlas por donde podáis sin quemaros, respondió Gualtero. ¡Otra agudeza!

El sol es blanco y frío, las flores no tienen fuerza para abrirse y no se oyen en el campo más que pajarillos piando en los breñales. ¡Antes había un aire tan dulce, tan agradable cuando empezaba a caer la tarde y me gustaba tanto cuando agitaba mis cabellos! Ahora son brisas que lo secan todo y me espanta el ruido que hacen cuando rechinan en las ramas muertas.