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Una mariposa nocturna pasó rozándome la frente. Encendí la bujía y cerré la vidriera. Allí estaba mi lecho de niño: la camita de hierro con sus blancas colgaduras, y por la cual había yo suspirado tantas veces en el frío y desolado dormitorio del colegio. Allí estaba el aguamanil provisto de todo, con su toalla tejida por la tía Pepa.

Y estos dias pasados, los padres de la moza é los demás deudos iban al Inca llevándole la tal mujer delante de , vestida de ropa fina tejida de oro y plata fina, los cuales vestidos iban presos por la parte de arriba y junto al pescuezo, con cuatro alfileres de oro de á dos palmos de largo cada uno, los cuales suelen pesar dos libras de oro; y en la cabeza puesta una cinta de oro tan ancha como un dedo pulgar, que casi quiere parecer corona; é ansímesmo llevaba fajada por la cintura una faja tejida con lana fina é oro, en la cual faja iban muchas y diversas pinturas. Llevaba por cobertor otra manta pequeña, ansímismo tejida de oro y plata fina, é de diversas labores, segun su uso de vestido; llevaba calzados en los piés unos zapatos de oro segun su usanza, las ataduras de los cuales son ansímismo de oro; la cual iba muy limpia é peinada é aderezada.

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y juntaron a él toda la cuadrilla; 28 y desnudándole, le echaron encima un manto de grana; 29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le burlaban, diciendo: ¡Hallas gozo, rey de los Judíos!

Clara estaba delante de su espejo, y se ocupaba en enredarse en la coronilla una gruesa trenza de pelo negro, recientemente tejida y terminada en la punta con un atadijo del mismo pelo y un lazo encarnado.

Salió primero el que se llamó Ayar Cache y su mujer con él, que se llamó Mama Guaco; y tras éste salió otro que se llamó Ayar Oche, y tras él su mujer, que se llamó Cura; y tras éste salió otro que se llamó Ayar Auca, y su mujer, que se llamó Ragua Ocllo; y tras éstos salió otro que se llamó Ayar Mango, a quien despues llamaron Mango Capac, que quiere decir el rey Mango; y tras éste salió su mujer que llamaron Mama Ocllo; los cuales sacaron en sus manos, de dentro de la cueva, unas alabardas de oro, y ellos salieron vestidos de unas vestiduras de lana fina tejida con oro fino, y á los cuellos sacaron unas bolsas, ansí mismo de lana y oro, muy labradas, en las cuales bolsas sacaron unas hondas de niervos.

Tengo una soberbia trompa guerrera, una lira y una corona de laurel esmeradamente fabricadas: la trompa es de un metal, que solo VULCANO conoce, más precioso que el oro y la plata; la lira, como la de APOLO, es de oro y nacar, labrada también por el mismo VULCANO, pero sus cuerdas, obra de las Musas, no conocen rivales, y la corona, tejida por las Gracias, del mejor laurel que crece en mis jardines inmortales, brilla más que todas las de los reyes de la Tierra.

Para él, fuera de la penitencia y la plegaria, todo era polvo y ceniza en este mundo, y nuestra prolija ambición una telaraña tejida sobre el nido de un ave que duerme. Hacíale traducir de ordinario a Ramiro los capítulos del Kempis. De esta suerte el mancebo recogió en el fondo del alma aquellos acentos de soledad, de sublime desprecio, de voluptuosa inmolación.

En su choza de cañas, construida por él mismo, no hay nada que no sea obra de sus manos, desde la hamaca tejida con mimbres, y las tres piedras negras reunidas en forma de hogar, y los troncos de tamarisco dispuestos en forma de escabeles, hasta la llave y la cerradura de madera blanca con que se cierra esta extraña habitación. Este guarda es por lo menos tan extraño como su residencia.

Llegado el siglo XIX, de tres peritísimos fabricantes tenemos noticias, llamado el uno Acosta, que vivió en la calle de Santa Clara, del cual hay una casulla de tisú de plata con flecos de oro y seda en el Hospital de Venerables Sacerdotes de esta ciudad, magistralmente tejida, y los otros dos, Don Manuel del Castillo y Povea y Don José Ledesma.

En el centro de un veladorcito de ébano, cubierto por un tapete de seda con flecos de colores vivísimos, había un joyero de porcelana vieja de Sevres, y en el cóncavo de su copa varias horquillas, una sortija y una estrecha cinta tejida con raso de dos tonos, rosa y blanco.