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Mohamad II, de la familia de los Naceritas, reinaba en Granada lleno de poder, gloria y juventud; pues por la muerte de su padre se miraba a los veinticinco años sentado ya en el trono de la Alhambra.

Canalla replicó el Sultán no has entendido que por encontrar vacías esas frentes, acudo en apelación a tu locura. ¿Hay otro más loco que ? Poderoso Mohamad dijo el-Bayer , lo hay en Granada, y ese podrá acaso satisfacer tu curiosidad. ¿Dónde se halla esa perla peregrina? dijo el Sultán. En los subterráneos de la Alcazaba replicó el aprendiz de la locura.

Este iba al siniestro lado de las andas, montando un caballo casi fabuloso por su hermosura, rareza y por las circunstancias de su ser. No era de casta conocida, sino que en una montería habida años antes por el mismo Mohamad, fué encontrado vagando por los montes de Sohail, siendo necesarios tres días y tres noches y los esfuerzos de doscientos monteros para rendirlo y cautivarlo.

Pues debes de ser dijo Mohamad el médico infalible de mi esposa: nadie puede haber más loco que ; en tres días has roto cinco mil platos y escudillas; has hecho rodar por el suelo seis mil jarras y otros cachivaches de la Rambla, y has llevado todos los chicos del Albaycín a machacar esparto sobre las cargas de porcelana y cristal de los mercaderes genoveses de la Albayciría.

Y con esto me despido, que vivo lejos, hermano Mohamad, haciendo gracia por ahora de las ceremonias y procesión con que aquí se me condujo, y del andamio, atalajes, cuadrigas y tiros con que se me porteó, pues ya está harta la locura de ir en cuestas de la sabiduría.

Cuarenta oficiosos wazires, con sus ochenta manos y ochocientos dedos, se precipitaban en tropel a poner en ejecución la voluntad del Sultán, cuando una vocecilla gangozuela, pero no del todo desapacible, que se dejaba escuchar dentro de aquel cascarón, como algunas veces el piar del polluelo en su huevo, dijo ahincadamente: No haga tal, hermano mío, poderoso Mohamad.

Hermano Mohamad respondió sosegadamente Ben-Farding , no te ahumes ni montes tan pronto en cólera: éste es el poder de la hermosura que arrebata hasta a los mismos seres subterráneos como yo, y enloquece a la misma locura; vista perspicaz de neblí has tenido para divisar y coger tan presto presa tan deliciosa, hermano Mohamad. ¡Es tan tierna!

Esto, por otra parte, a ti te estaría bien, hermano Mohamad, pues así tendrías esperanzas de recobrar tu collar por el buen afecto de la esclava; pues te advierto, hermano mío, que faltando de tu familia esta joya maravillosa, este talismán de tanta virtud, tarde o temprano ha de perder el imperio. Pero volvamos a Híala.

No se sabe adónde hubieran ido a dar las imaginaciones del desconcertado Sultán, cuando, en medio de aquella oscuridad, se dejó escuchar la voz del caprichoso Ben-Farding, diciendo: Querido Mohamad, ¿por qué te he de engañar revistiéndome con titulillos que no he ganado todavía? ¡Pues qué! ¿No hay más que ser el rey de la locura?

Pues has de saber, hermano Mohamad, que esos tesoros están encomendados a la custodia de dos genios: el uno, malo, y de la especie de los Alafrits, y el otro, bueno, de condición noble y de aspecto hermoso, que se llama Najum-Hasam.