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Pero llegó el desengaño Con el curso de los días, Y ansí, el amor halló luego Las almas apercebidas. ABIND. ¡Triste del alma mía Que dió tan triste fin a su porfía! Canten. Quisiéronse tiernamente, Hasta que, llegado el día En que pudieron gozarse, Dieron sus penas envidia. ABIND. ¡Triste del alma mía Que dió tan triste fin a su porfía! JARIFA. No cantéis más. Bien está. Bien os podéis todos ir.

Está preparado tu alojamiento, y yo cuidaré de que nada te falte. Desde aquel día disfrutó Lázaro cuantas comodidades podían gozarse en el Palacio Episcopal, siendo tratado como convenía a su parentesco con el reverendo prelado.

La idea aquella de que sus hermanos habían de gozarse en su dolor, no le vino sino más tarde, repuesta ya de la impresión primera, y no fué poca suerte, mayormente para don Bernardino, pues si los dos nombres proscritos salen a danzar, la discusión se envenena y arde Troya, y Esteven no se viste, almuerza y sale, con relativa tranquilidad. Como lo hizo, a eso de las dos de la tarde.

El hecho del truhan Pajas narrado en la Crónica de San Fernando, así lo confirma. Además, en épocas de turbulencias, de inquietudes y de militares empresas, cuando no podían gozarse todavía las ventajas de la paz, no era posible pensar en la realización de obras públicas, que ni las costumbres exigían ni los ciudadanos particularmente demandaban.

La aparición de una mujercilla débil y pálida pareció animar con una ráfaga de penosos recuerdos á toda la familia. Era Pepeta, la mujer de Pimentó. ¡Hasta esta venía!... Hubo en Batiste y su mujer un intento de rebelión; pero su voluntad no tenía fuerzas... ¿Para qué? Bien venida, y si entraba para gozarse en su desgracia, podía reir cuanto quisiera.

La casa estaba muda, cerrada, como el retiro misterioso donde, para gozarse en mismo, se hubiera confinado el silencio; la puerta principal entreabierta. Isidora, al tocarla, sintió como un valor repentino. El contacto de su propiedad le devolvía el dominio de misma. ¡Revelación magnética de su derecho! Con voz clara preguntó al conserje por la marquesa.

El caballo va contento, contentos van los amantes: el corcel, por ir saltando; los dos, por ir a gozarse. Cabalgan los dos, cabalgan por entre obscuros breñales, que quien a hurto camina de ocultas sendas se vale. La vuelta van de la playa, huyendo el odio de un padre, para echarse en un esquife y en Tremecén repararse.

¡Le tiene asco al toro! ¡Le ha tomado miedo!... Y hasta los más fervorosos partidarios de Gallardo callaban avergonzados, no pudiendo explicarse este suceso nunca visto. La gente parecía gozarse en su terror, con la valentía intransigente del que se halla en lugar seguro.

Allí todo era cuestión de dinero. Teniéndolo, se hallaba desde la pieza lujosamente amueblada, hasta el tugurio infame, donde podía gozarse de las comodidades de un catre de los muchos que, en fila y pegados unos a otros, contenía un pequeño cuarto de madera, y desde el vino y los manjares exquisitos, hasta las sobras de éstos, barajadas en un champurriao indescifrable, y que podía remojarse con el agua turbia del aljibe, donde viboreaban los pequeños gusanitos rojos, descendientes quién sabe de qué putrefacción y cuyos movimientos rápidos y variados podían servir de diversión al ánimo preocupado.

Deseaba contemplar de cerca a sus enemigos, aplastarlos con su triunfo, gozarse en su aspecto de confusa sumisión. Y conforme se aproximaba la solemnidad religiosa, temblaban muchos canónigos, pensando en la mirada dura y soberbia que clavaría en ellos el iracundo prelado. Gabriel prestaba escasa atención a las preocupaciones del mundo clerical. Llevaba una vida extraña.