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Gertrudis me robaba como un mercachifle, sin disimularlo siquiera; la he sustituído, porque he encontrado a una maritornes de Caen que nos envenena con sus inmundas bazofias. Ayer mismo, Gustavo se puso loco de cólera. «¿De manera que en esta casa no se puede comer como es debido...? Nos dejas envenenar... No hay más remedio que recurrir al restaurante...» etcétera, etcétera.

Un mal médico mata á sus enfermos, un mal arquitecto tal vez construya edificios que se hunden con estrago espantoso, un mal zapatero nos estropea los pies, un mal sastre nos afea con sus trajes ridículos, un mal cocinero nos envenena ó nos mata de hambre, un mal político causa la miseria y el descrédito de su nación, y un mal general expone sin plan y sin objeto la vida de sus soldados y aun llega á causar el empobrecimiento, el oprobio y la ruina del Estado á quien sirve.

No sería impío ni herético tal sistema cuando con semejante dedicatoria intentaba su autor santificar el libro que le defendiese. Así podrá ser dijo Tiburcio . Nadie, sin embargo, logrará quitarme de la cabeza un endiablado razonamiento que agua o mejor diré envenena el gozo de esta invención. Por ella resulta degradado y hasta envilecido este mundo en que habitamos.

El cantero rompe la piedra con su martillo, y al vencerla se envenena tragando el polvo en invisibles partículas; cada martillazo se lleva un fragmento de su vida.

Creía encontrar en la semejanza de nuestros nombres una identidad de destinos. Yo podía ser la Mina de este nuevo Wagner que empezaba a surgir de la obscuridad. Y así se inició lo que no fue nunca amor, sino un gran sacrificio por la gloria... ¡Ay! ¡Cómo nos envenena el arte cuando lo hacemos consejero de nuestra pobre existencia!

Te la he traído y te la entrego... sabes envenenar el alma, Ana; envenena la de esa muchacha y haz de modo que nos sirva bien. Voy por ella. Y se dirigió á la puerta por donde había entrado. Pero al abrirla, se vió tras ella un hombre y se oyó una ronca voz que dijo temblorosa, colérica, rugiente, amenazadora: ¡Atrás! ¡atrás, sargento mayor! ¡ no saldrás de aquí!

Se acabaron los sexos; nadie tiene piedad de nadie; la sed de gloria lo envenena todo. El encono llega al extremo de que el actor cómico, por ejemplo, diga un chiste que no estaba en su papel, ó deja caer una silla ó haga algo hilarante y grotesco, sin otro propósito que el de distraer al público para que no aplauda á otro actor que «se había preparado» un mutis magistral...

, en eso está el escollo murmuró el joven oficial. Lo que atrae a los unos ahuyenta a los otros. ¿Por qué? ¿No ha pensado usted nunca en eso, miss Darling? Porque esa duda cruel que envenena su vida de usted, sería más cruel todavía para los que creyeran leerla en sus ojos amándola sinceramente. Es verdad, no es fácil obligar a un alma orgullosa.

Y usted, pisoteando el honor y la ley de Dios, se ha prendado de cualquier pelagatos... ya se ve: su pasado licencioso le envenena el alma, y la purificación fue una pamema. ¡No haber visto esto, Señor, no haberlo visto!

Ellos son la espuma que salpica la barca y también la ola que la lleva a seguro puerto; la nube que oculta la estrella y también la sombra que la hace resaltar; el puñal que hiere y que envenena y la mano que venda y que restaura; el chiste raquítico que rebaja y la oda resonante que eleva y dignifica; la multitud que recrimina y aplasta y el pueblo que corona y premia; los gusanos que destruyen el cadáver y las flores que crecen sobre las sepulturas.