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Casada con un truhán, con un libertino, pero joven y con el prestigio propio de un hombre, yo la habría comprendido; pero venderse a un viejo valetudinario, a un hombre sin talento, sin espíritu, sin fuerzas... ¡cómo justificarla! ¡cómo creerla digna de ser sentida y amada!

Levantóse Amaranta rápidamente, y en su semblante observé señales de repentina cólera. Mandándome callar, después de decirme que era un desvergonzado y un truhán, agitó con inquieta mano una campanilla. ¡Altos cielos, por qué no os hundisteis sobre ! Entró un criado, y Amaranta le mandó que me pusiera al instante en la puerta de la calle.

Despues de las seis de la tarde es muy imprudente aventurarse á recorrer solo los alderredores de Valencia; y no porque estén plagados de ladrones y asesinos, como han dicho, exagerando mucho, algunos viajeros, sino porque es muy fácil tener una pendencia con un truhan de navaja lista y humor muy despuntado, que termine por un drama sangriento, ó cuando ménos por un chaparron de garrotazos.

Era Bernardino Esteven tenedor de libros, de familia obscura y sin más beneficio que su mezquino sueldo; de facha vulgar, pero listo y truhán, supo colarse en el corazón de Gregoria, por más que la tarea no fuese difícil, pues la pobre estaba tan harta de aquella vida de ayunos, sermones, gritos, cerrojos y amenazas, que al sacristán de la parroquia diera oídas, con tal de salir de su purgatorio.

Y todo esto es llevadero cuando no se encuentra al truhán que baja ó al galán que sube, cuando no sentís el retintín de la ganzúa que intenta abrir una puerta, cuando no resbaláis en las substancias depositadas por los gatos sobre los escalones, cuando no tropezáis con la amorosa conjunción de dos estrellas que pelan la pava en el último tramo.

Habíase casado con su primo Hermany, joven de un físico agradable, pero, con la costumbre y los vicios de un truhán. Se repetía que no solamente había continuado su vida de soltero sino que se la había hecho participar a su mujer, ya sea por una especie de malignidad perversa, bastante a la moda, ya simplemente por ignorancia.

Aun a los Reyes insistió el truhán con cómica unción, haciendo soltar al viejo Sarto media docena de reniegos entre dientes. Muy cierto es eso repuse. ¿Qué noticias me da usted de mi hermano? Ha mejorado mucho, señor. De lo cual me alegro. Y espera ir a Estrelsau tan luego esté completamente restablecido. ¿Es decir que sólo se halla convaleciente?

De pronto, su errante mirada cayó sobre la pálida fisonomía de Carlos Tomás, y con un destello de infantil inteligencia y una débil risa de falsete, echose hacia adelante, agarrose a la mesa, hizo caer los vasos, y, finalmente, se dejó caer sobre el pecho del joven. ¡Carlos! ¡Caramba de truhán! ¿qué tal?

Y eso que no se guiaba de la mímica de los artistas porque miraba apenas hácia la escena. El truhan decía muy intencionadamente á Paulita, que, habiendo mujeres muchísimo más hermosas, no quería cansarse mirando á lo lejos... Paulita se ruborecía, se cubría la cara con el abanico y miraba de hurtadillas hacía donde estaba Isagani, que sin reirse ni aplaudir presenciaba distraido el espectáculo.

Con todo, dijo que diesen la camisa a Sancho, y, encerrándose con él en una cuadra donde estaba un rico lecho, se desnudó y vistió la camisa; y, viéndose solo con Sancho, le dijo: -Dime, truhán moderno y majadero antiguo: ¿parécete bien deshonrar y afrentar a una dueña tan veneranda y tan digna de respeto como aquélla? ¿Tiempos eran aquéllos para acordarte del rucio, o señores son éstos para dejar mal pasar a las bestias, tratando tan elegantemente a sus dueños?