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Y en el cuarto descrito, habrá de esto unos seis meses, paseándose de rincón á rincón, ó arrellanado en el taburete, de codos sobre el pupitre, recorriendo con la vista las columnas del periódico de la mañana, podrías haber reconocido, honrado lector, al mismo individuo que ya te invitó en otro libro á su reducido estudio, donde los rayos del sol brillaban tan alegremente al través de las ramas de sauce, al costado occidental de la Antigua Mansión.

Además, ya sabemos que Clementina era para él, no sólo la tórtola enamorada, sino el cuervo que le traía en su pico el sustento. Envuelto en su gabán de pieles y arrellanado en el rincón del coche, no despegó los labios en todo el camino. Era la una. La noche fría y despejada, una noche de Madrid, en que el ambiente produce cosquillas en los ojos y la nariz.

Este, sosegado ya y tranquilo, hallábase arrellanado en la poltrona, al calor del fuego; cuando entró Jacobo, examinaba atentamente, con aire de aficionado, los tres sellos de lacre arrancados a los cartapacios por el masón traidor y olvidados en su azoramiento encima de la mesa. Los papeles estaban a buen recaudo, encerrados bajo llave en la cómoda del fondo.

Con éste, que era de su color y su sangre, mostrábase autoritaria la buena señora, obligándolo a correr detrás de Nélida. El doctor Zurita, arrellanado en un sillón, seguía con los ojos entornados las espirales de humo de su gran cigarro. Las damas de su familia hablaban con otras argentinas de las mesas inmediatas.

Todas las otras personas presentes estaban en pie, excepto el tunante de Tarlein, que arrellanado en un sillón galanteaba a la condesa Elga. Al entrar yo se levantó de un salto, mostrando tanto respeto hacia como indiferencia hacia el Duque. No era extraño que éste no le tuviese buena voluntad. Tendí la mano a Miguel, que la estrechó, y le di un abrazo.

Pasaron de aquella sala a otra, donde lo severo de la ornamentación no excluía la comodidad y el regalo, y allí, arrellanado el tío en un sillón de cuero, sentado apenas el chico en el borde de una silla, miráronse mutuamente algunos segundos, tratando cada cual de explorar las intenciones del otro.

El cielo se enturbió por la tarde, y al anochecer, hallándonos ya a gran distancia, vimos a Cádiz perderse poco a poco entre la bruma, hasta que se confundieron con las tintas de la noche sus últimos contornos. La escuadra tomó rumbo al Sur. Por la noche no me separé de él, una vez que dejé a mi amo muy bien arrellanado en su camarote.

Muchas veces decía: «¡Qué lenguaje el de los números! Desde 1672, cuando aún vivía Carlos II, hasta 1868, el año en que hubo más ajusticiados por delitos políticos fue el 66En 1872 don José era ya revolucionario empedernido, y su ídolo don Juan Prim. «¡Si él viviera repetía con frecuencia no tendríamos guerra civilCuando estuvo arrellanado en el sillón, pidió La Correspondencia.

Pues al día siguiente pide busté lo mismo, y le cobran treinta y sinco. ¿As esto formalitat? ¿As esto desensia?... Luego busté va al teatro, y por ver una mala comedia le llevan tres pesetas... An Barselona, por una peseta ¿sabe? está toda la noche muy arrellanado en una butaca y oye una ópera cantada por los mejores artistas catalanes, con cuerpo de baile, y además, si quiere, ve también volatines, ¿sabe?