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Dentro venía una carta en italiano, no muy larga, de la misma letra, gorda y corrida, del sobre, firmada por Vittorio Emmanuele; venían también otros dos grandes sobres en blanco, sellados con la insignia de la francmasonería, un compás y una escuadra, cruzados en forma de rombo, sobre lacre verde.

Es el de Sobrado, parque Usté no dude, y Usté se iformará y veraque es verdá. Q. b. s. m. Un afetísimo amigo». La Comadreja cerró, dictó sobre y señas, puso lacre fino del que ella usaba para escribir a su capitán, pegó un sello, y dijo a la Tribuna: Ahora, de paso que vuelves a tu casa, la echas en el correo con disimulo.

¿Qué es lo que pasa el río sin hacer sombra? El sonido de las campanas. 15 ¿Qué es lo que se deja quemar por guardar un secreto? El lacre. ¿Qué es lo que va de Madrid a Zaragoza sin moverse y sin dar un paso? La carretera. ¿Cuándo entran los perros en las iglesias? Cuando están 20 abiertas las puertas. ¿Porqué es una mujer deforme cuando está remendando sus medias?

Este asiático fué colocando sobre el suelo enormes bandejas que contenían los manjares: unas de plata antigua repujada á martillo, otras de laca multicolor ó de materias semitransparentes que imitaban la esmeralda, el topacio y el lacre rojo. Miguel se imaginó la locura de un gran maestro de cocina que en pleno delirio dispusiera el orden de un banquete.

El dependiente entró en el despacho y entregó la carta al Conde. Estaba cerrada y sellada con lacre. En el sobrescrito reconoció el Conde con asombro la letra de don Braulio. Abrió el Conde la carta, no sin bastante zozobra, y temblándole las manos y con la cara demudada, leyó lo siguiente: «Señor Conde: Yo no podía servir en el mundo sino de estorbo.

Las cartas originales existentes en la Biblioteca Nacional de París, cuyas copias acompañan á la presente exposición, conservan el sello de lacre en que distintamente se ve el laberinto cerrado y el Minotauro con el dedo en la boca; emblemas que los señores ingleses atribuyeron al orgullo y el peligro de sus funestos amores; simbolismo apropiado á quien hacía del misterio condición utilitaria.

Hechas estas reflexiones y otras por el mismo orden, que, se omiten aquí para evitar prolijidad, Poldy, escribió una extensa carta, en papel muy fino para que abultase poco; tomó un retrato suyo, sin cartón, en el cual retrato estaba ella descotada y lindísima en su elegante traje de baile; lo incluyó todo en un sobre con fuerte forro de tela que cerró y selló con lacre; escribió encima: al incógnito poeta indio; agujereó la carta con un punzón; pasó una fuerte cinta al través del agujero; y así preparado todo, lo colgó al cuello de la cigüeña como si fuese la insignia de comendador de cualquiera ilustre Orden.

El joven echó sobre su correo una mirada distraída, pero habiendo notado entre las cartas y los diarios un amplio sobre sellado con lacre blanco, hizo un gesto de inquietud. ¡Una carta de María Teresa! murmuró sorprendido. ¿Qué me escribirá? ¿Estará inquieta por mi ausencia? ¡diantre! esto no concuerda con mi proyecto de concluir.

Jacobo volvió a preguntar: ¿Y te acuerdas de unos sellos de lacre, dos verdes y uno rojo, que te regalé aquella noche? replicó el tío Frasquito más animado. ¿Qué has hecho de ellos?... En mi álbum los tengo... ¿Quierres verrlos? Enséñamelos.

Cuando todo el mundo estuvo servido, me escurrí hacia la biblioteca, me fui derecha al librote, ligeramente entreabierto por el espesor del paquete, tomé el sobre lacrado y, dando un suspiro de alivio, me le metí en el bolsillo con grandes precauciones para no romper algún sello de lacre. Levanté la cabeza y me encontré con Máximo, que me estaba mirando en silencio.