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Guardó un momento silencio, y luego dijo con un arranque de resolución terrible: ¡; , á dónde! ¡á un lugar donde pueda ocultarme!... ¡donde nadie sepa que estoy!... ¡pero cerca de él! ¡cerca de ella! ¡á un lugar desconocido para todos, del cual pueda salir de noche, silenciosa, envuelta en mi manto... sola con mi venganza! ¡No dónde! ¡pero no importa! ¡cuando haya vendido todo esto!... ¡lo estoy sacando de los cofres para venderlo!... ¡cuando mis ricos trajes, mis perlas, mis diamantes, estén reducidos á dinero!... ¡porque para vengarme es menester dinero!... ¡entonces!... ¡entonces!... ¡saldré de esta casa... y encontraré donde ocultarme! ¡oh! ¡! ¡villano! ¡infame! ¡hacerme conocer el amor y abandonarme!

Entonces se había adelantado a alguna distancia para explorar el terreno, y sobre todo, para abandonarme con toda libertad a mis tristes reflexiones. Repentinamente lo volver a galope, como portador de una noticia extraordinaria. ¿Qué hay, González? le pregunté.

Sarto esperó hasta cerca de las dos y media, y después, en cumplimiento de mis órdenes, había enviado a Tarlein a buscarme por las cercanías del foso. No hallándome, habían conferenciado ambos, proponiendo Sarto seguir al pie de la letra mis instrucciones y regresar a escape a Tarlein; pero el buen Federico se negó rotundamente a abandonarme, cualesquiera que fuesen las órdenes recibidas.

¡Pero, Luisa exclamó por fin ; no sabes lo que dices! ¡Reflexiona un poco! Hay que pasar muchas noches a campo raso, marchar, correr, y el frío y la nieve, los tiros... ¡Eso no puede ser! ¡Por Dios exclamó la joven, con voz nublada por las lágrimas y arrojándose a sus brazos , no me digas que no! Quieres reírte a costa de tu hijita Luisa...; no puedes abandonarme.

Pero ¿no estás contenta ahora de ser libre, no te parece bien estar en aptitudes de poder abandonarme si, habiéndome visto tal como soy, sientes que te inspiro horror? ¡Deja que los hijos ignoren lo que son sus padres, si no quieres que maldigan a los que les han dado vida! ¿Por qué deseabas que nos ligáramos indisolublemente, cuando cada uno de nosotros es autónomo, cuando nada impide antes por el contrario todo concurre a ello, que cada uno de los dos pueda amar a otro ser y un día llegue a hacerlo?

Pensé que sería, sin duda, el disgusto de abandonarme; pero Gerardo era demasiado franco para dejarme en un error. Tenía un hijo que constituía su única pasión... después de la música... Un joven encantador que, luego de haber oído la relación de Gerardo, creí que sería el hijo de alguna gran señora o alguna princesa a quien él había dado sus lecciones de música.

lo que vas a decir... no piensas abandonarme, y eso me encanta... Sin embargo, si defecto hay en el mundo que me sea antipático y del cual trate de preservarme con el mayor cuidado, es el egoísmo... y la noche pasada me preguntaba a propia si el valor extremo que concedo a tu compañía no argüía un poco de aquella pasión con respecto a ti... Así, pues, hija mía, me ha parecido conveniente decirte que de ninguna manera pretendo confiscar tu vida en mi provecho... Eres bonita, hija mía, y a pesar de la adversidad que con tanta injusticia te ha herido, no es imposible, ni mucho menos, que algún pretendiente aspire uno u otro día a tu mano...

La duquesita de Biétry, joven, linda y olvidada, tuvo la debilidad de reprochar a su esposo los hábitos que había aprendido en la Opera: ¿No os da vergüenza de abandonarme en un palco, con todos vuestros amigos, para correr no adónde? Señora respondiole él, cuando se tienen fundadas esperanzas de lograr una embajada, ¿no es lo más natural que estudiemos la política?

Sarrió y yo opinamos que en Madrid no hay un sitio más ameno que la Mallorquina. Aquí estábamos tomando un pequeño refrigerio, cuando a se me ha ocurrido repasar un periódico; mis malas costumbres no pueden abandonarme. Y como lo más entretenido y lo más instructivo de un periódico son los sucesos, yo, naturalmente, he echado la vista sobre ellos. Mejor hubiera sido que no la hubiese echado.

Cuando vió que estaba ya sereno y en disposición de marchar, se cogió a su brazo y le dijo: Vamos. Y procuró distraerle, mientras caminaban, hablándole de una sauterie que proyectaba y a la cual le pedía con insistencia que no dejase de asistir. Y lo mismo los sábados ¿verdad? Cuidado con abandonarme.