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De todo lo cual con bastante evidencia se convence la limpieza de la sangre mallorquina tanto más pura cuanto más al lado de la impureza judaica se acredita, para gloria de sus linajes, exaltación de su nobleza, abonos de su piedad, y eternos trofeos de la Fe Católica triunfante, en adoraciones perpetuas del Soberano nombre de JESUS, cuya sea la mayor honra y gloria para siempre. Amén.

Pero hemos inventado cosas de más provecho y sustancia colocando las manos extendidas sobre el abdomen : el pote gallego, la fabada, el bacalao a la vizcaína, la paella valenciana, la sobreasada mallorquina, el chorizo y la Compañía de Jesús. Y ¿dónde me deja usted el descubrimiento del Nuevo Mundo?

La sociedad mallorquina, encerrada en sus preocupaciones tradicionales, como un molusco en sus valvas, y enemiga por instinto de las novedades de París, indignóse ante este escándalo. ¡No eran casados!... ¡Y ella escribía novelas que espantaban por su audacia a las gentes de bien!... La curiosidad femenil quiso conocerlas, pero en Mallorca sólo recibía libros don Horacio Febrer, el abuelo de Jaime, y los pequeños volúmenes de Indiana y Lelia propiedad de aquél corrieron de mano en mano sin que los lectores los entendiesen. ¡Una mujer casada que escribía libros y vivía con un hombre que no era su marido!...

Muchos de su familia, y hasta él mismo, así como otros de la antigua nobleza mallorquína, tenían algo de judaico en el rostro. La pureza de las razas era una ilusión. La vida de los pueblos residía en el movimiento, gran engendrador de mezclas y confusiones... Pero ¡ay, los orgullosos escrúpulos de familia! ¡La separación creada por las costumbres!...

¿Cómo había yo de reconocer a Sarrió, si se ha comprado otro sombrero? Este sombrero es perfectamente semiesférico. Pero Sarrió está disgustado con este sombrero. Creo que acabará por retirarlo y volverse a poner el otro; ésta es mi impresión. Esta tarde hemos estado paseando por la Castellana; al anocher, para descansar un poco, hemos entrado en la Mallorquina.

Una y otra ferocidad enorme ha lamentado Mallorca en sus Judíos. Vele y discurra ahora a quien le toque el remedio eficaz de tanto mal. INDEMNIDAD DE ESTE CONTAGIO en la limpieza Mallorquina.

Sarrió y yo opinamos que en Madrid no hay un sitio más ameno que la Mallorquina. Aquí estábamos tomando un pequeño refrigerio, cuando a se me ha ocurrido repasar un periódico; mis malas costumbres no pueden abandonarme. Y como lo más entretenido y lo más instructivo de un periódico son los sucesos, yo, naturalmente, he echado la vista sobre ellos. Mejor hubiera sido que no la hubiese echado.

Cuando los reyes formaban una flota, se componía de tres escuadras: catalana, mallorquina y valenciana. Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales. De ellas salían los mejores navíos de la costa española. «Galera genovesa y navío catalán», decían los navegantes de la Edad Media como última expresión del arte naval.

Llevan con ellos una tropa de mastines, feroces compañeros de su vida infame, y esas bestias, arrojándose sobre los fugitivos y destrozándoles, prueban, según los cronistas de la época, «la bondad de la casta mallorquina». La tropa vencedora vuelve atrás, penetrando en la villa desolada, y los saqueadores huyen como pueden camino del mar, o caen degollados en las calles.

Con el de las lágrimas contritas, que le desenoja Sacrificium Deo spiritus contribulatus Psal. 50. 19. Y en fin, con el de la Fe que cautiva la razón natural a su autoridad soberana y florece tan bella en el resto de la Piedad Mallorquina. En todo lo demás corrieron las cosas de este Auto con el orden, lucimiento, esplendor y autoridad que los otros.