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Pero ahora caigo en que esto no bastaba; era indispensable ponerse á la moda; era indispensable llamar la atencion con una cuquería de nuestros vecinos; era indispensable engalanarse con una palabra parisiense, como los payasos se visten de siete colores, para que les sigan los chiquillos, ó como se enjaeza un caballo, para venderlo bien en la feria.

¿Qué es esto? dijeron ellas. ¿Qué medallas son éstas tan bonitas? Será bueno venderlas en la ciudad, padre, si es posible, dijo la niña. El viejo se fue a la ciudad llevando su oro. Quería venderlo, 30 pero le dijeron que eran monedas de oro y que con ellas podía comprar muchas cosas.

Dunsey lo llevó a una cacería para venderlo, y después de haber cerrado el trato con Bryce por ciento veinte libras esterlinas, siguió la traílla y dio algunos saltos insensatos, uno de los cuales despachó al caballo. Sin esa circunstancia, os hubiera entregado cien libras esterlinas esta mañana. El squire había dejado el cuchillo y el tenedor y miraba a su hijo fijamente y con estupefacción.

Dame algo de eso, que yo mañana puedo venderlo fácilmente en Hereford. ¿Dónde tienes ese brazalete de diamantes, el que me mostrate, que te regaló el viejo en tu último cumpleaños? Aquí replicó, y, alzando su muñeca, mostró la hermosa joya de diamantes y zafires que su padre le había obsequiado, de un valor, por lo muy bajo, de doscientas libras esterlinas. Dame esto, entonces exclamó.

Vuestras Altezas piensan venderlo segunda vez por treinta mil. Ea, señores, aquí le teneis, venderlo.

El prendero examinó el cuadro, luego empezó a arreglar sus 15 muebles. Después de una hora se presentó otro caballero. Quería comprar una mesa y algunas sillas. No le gustaron los muebles pero antes de marcharse vio el cuadro. Lo examinó con cuidado y luego preguntó el precio. No puedo venderlo, contestó el prendero no es 30 mío.

Cuando se marcharon los dos, el prendero escondió el cuadro. A las cuatro de la tarde volvió el dueño. ¿En dónde está mi cuadro? Tengo que hablar con Vd. Bien, hable Vd., pero tengo prisa y quiero el cuadro. 50 ¿Dónde está? ¿Quiere Vd. venderlo? No, señor. Le doy cien duros por él. No quiero venderlo. 55 Doscientos. Nada. Quinientos. Nada, nada. ¿Quiere Vd. mil? 60 No, señor.

Queremos el voto para venderlo. La ley que nos ha proporcionado el derecho a votar nos ha asegurado con él una renta vitalicia. Un voto puede valer cinco, diez, veinte, cien, hasta doscientos duros. Muchos hombres en España ganan con su trabajo cincuenta duros al año, y con el voto obtienen el doble y el triple. Claro que es preciso votar a los candidatos conservadores.

El Gobernador D. José Domínguez Samudio, sembró el añil, el cual fructificó muy bien en el barrio llamado Malabambang; el producto fué excelente, habiéndose vendido el quintal á 110 pesos. También se daría el algodón, pero sería necesario seguridad en venderlo y máquina para despepitarlo. La cría de vacas y caballos compite con la de Tayabas.

Guardó un momento silencio, y luego dijo con un arranque de resolución terrible: ¡; , á dónde! ¡á un lugar donde pueda ocultarme!... ¡donde nadie sepa que estoy!... ¡pero cerca de él! ¡cerca de ella! ¡á un lugar desconocido para todos, del cual pueda salir de noche, silenciosa, envuelta en mi manto... sola con mi venganza! ¡No dónde! ¡pero no importa! ¡cuando haya vendido todo esto!... ¡lo estoy sacando de los cofres para venderlo!... ¡cuando mis ricos trajes, mis perlas, mis diamantes, estén reducidos á dinero!... ¡porque para vengarme es menester dinero!... ¡entonces!... ¡entonces!... ¡saldré de esta casa... y encontraré donde ocultarme! ¡oh! ¡! ¡villano! ¡infame! ¡hacerme conocer el amor y abandonarme!