Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 2 de junio de 2025


Al tal D. Luís tocóle para su daño hacia 1591, ser juez en una causa por la cual fué condenado un reo, el cual tenía algunos parientes y amigos que con gran ahinco trabajaron por librarle de la pena, sin que pudiera conseguirlo, pues Sumeño de Porras se mostró inflexible.

¿Ves ese me decía que se tambalea sobre las piernas, y lleva la cara metida hasta las narices en un sombrero viejo, mal calzado y peor vestido? Pues es un hombre muy honrado; tiene siete hijos, y el mayor, con quien gastó la mitad de su pobreza para librarle de la cárcel en que le metieron por haber dado una paliza á su vecino, después de casado le puso pleito y le embargó la pobre choza que le quedaba, porque no le devolvió una corta suma el mismo día en que venció el plazo del préstamo.... Hoy se habría muerto de hambre y de pena si yo no le hubiera dado el dinero para salir de su apuro. Ese otro jaquetón, tan planchado y que parece un señor, es un trapisondista capaz de pegársela al lucero del alba. Repara bien en esa mujer que nos ha saludado con voz melosa y sin levantar los ojos del suelo; pues es una bribonaza, chismosa, enredadora y capaz de beberse á toda su casta: apostaría una oreja á que lleva la botella del aguardiente debajo del delantal. ¡

Además, nada le costaba a aquella buena señora de Madrid librarle la vida; era asunto de echar una firmica. Y a todos los enterradores oficiales que por curiosidad o por deber le visitaban, abogados, curas y periodistas, les preguntaba, tembloroso y suplicante, como si ellos pudieran salvarle: ¿Qué les parece? ¿echará la firmica?

Empezó entonces para Barbarita nueva época de sobresaltos. Si antes sus oraciones fueron pararrayos puestos sobre la cabeza de Juanito para apartar de ella el tifus y las viruelas, después intentaban librarle de otros enemigos no menos atroces.

Fortunata habría deseado que su marido se durmiese y la dejase en paz. Pero no parecía él dispuesto a hacerle el gusto en esto. Presentábase aquella noche bastante locuaz, lo que la disgustó mucho, pues pocas veces se había sentido con menos ganas de conversación. A poco de acostarse, observó que su marido, sentado frente a la mesa donde estaba la luz, sacaba del bolsillo un paquete, después otro, objetos envueltos en papeles, y los ponía frente a , como un hombre que se prepara a trabajar. El ligero ruido estridente que hace el papel al ser desdoblado, ruido que se acrecía con el silencio de la noche, molestaba a Fortunata atrayendo su atención. Lo primero que hizo Maxi fue sacar de un envoltorio de regular tamaño multitud de paquetes chicos muy bien doblados, como los que en Farmacia se llaman papeletas, forma en que se dividen y expenden las dosis de las medicinas en polvo. Pero después vio la joven que desliaba otro paquete de forma larga y... ¡Ay, Dios mío, era un cuchillo!... Lo estuvo él contemplando un rato por un lado y por otro, y acercaba la yema del dedo a la punta como para probar si era bien aguda. La esposa sintió sudor frío en todo su cuerpo... No pudo contenerse, y como si despertase a un durmiente para librarle de los fingidos horrores de angustiosa pesadilla, le dijo... «Maxi, hijo, ¿qué haces?».

Era la india de buen natural y no se dejaba fácilmente trabucar el juicio con las necedades locas de los suyos, y mucho menos de la falsa aprensión de que el santo bautismo era tósigo para quitar la vida, conociendo á tantos españoles viejos, con canas, que habían sido bautizados; por eso de buena gana ofreció el niño al Padre; el cual, lleno de una generosa y humilde confianza en Dios, rogó á Su Majestad y le suplicó quitase aquel embarazo á la santa , pues no le costaría más que una insinuación de su voluntad; luego se volvió á San Francisco Xavier, pidiéndole que mirase con ojos de misericordia á aquella ciega gentilidad; y pues tanto procuraba la honra de Dios alcanzase de Su Majestad que aquel santo Sacramento no sólo sirviese para librar el alma de aquel inocente de la esclavitud del demonio, sino también para librarle de la enfermedad corporal; y ofreció en agradecimiento de aquel beneficio, que esperaba recibir, le llamaría Francisco Xavier.

Mientras ellos procuraban valerse de todas las suertes de su crueldad y fiereza para darle la muerte, los cathecúmenos desde lejos procuraban librarle de ella, amenazando á los Cozocas que vendría sobre ellos la ira de Dios y les daría su merecido, como á su costa ellos lo habían experimentado; y ó fuese porque el temor les hiciese caer en la cuenta, ó porque Dios reprimiese su orgullo, dándoles más acerbos dolores en los brazos, se pararon algún rato y dieron tiempo y oportunidad al siervo de Dios para acercarse al Mapono, y con modo cortés y afable le dió á conocer el poder de Jesucristo, que por más que él y los suyos lo intentasen, si no era voluntad de su Divina Majestad, no le podrían quitar un cabello; y que sus Tinimaacas, por más que se jactasen de que eran señores del cielo y dueños del mundo, al fin no eran otra cosa que miserables y flacas criaturas condenadas por su culpa á cárcel perpetua en el infierno.

Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó a llorar con la mayor ternura del mundo y a decille: -Señor, yo no por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura: ahora es de noche, aquí no nos vee nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y, pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes; cuanto más, que yo he oído predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced bien conoce, que quien busca el peligro perece en él; así que, no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro; y basta los que ha hecho el cielo con vuestra merced en librarle de ser manteado, como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo de entre tantos enemigos como acompañaban al difunto.

Tambien salvó la vida en este Castillo el Conde de Fuentes, á quien el pueblo de Zaragoza manifestó la mayor aversion, y que habia sido detenido en la Sierra de Cameros cuando desde París venia con direccion á Madrid. Solo la presencia de Palafox que salió á recibirle pudo librarle de una desgracia. De la visita que S. M. Doña Isabel 2.ª hizo al Castillo de la ALJAFERÍA en 27 de julio de 1845.

Pero tiene el corazón unas susceptibilidades y escrúpulos de que la razón y la palabra no pueden librarle. Veamos á Clara dijo Claudio con resolución. ¿Dónde? En casa de esos demonios. Si es posible, acogotaremos á las tres viejas. Clara no está allí ya. La han despedido. ¿Y por qué? ¿Dónde está? No lo dijo Lázaro tristemente. Pero, ¿á dónde ha ido?

Palabra del Dia

lanterna

Otros Mirando