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Los libreros, que nunca habían querido vender sus pesados volúmenes sobre problemas filológicos é históricos, le pedían ahora que los enviase en grandes fardos, aprovechando la primera máquina voladora que saliese para el lugar de su establecimiento.

El grupo de valentones se volvía á Blefuscú, anunciando su partida en la primera máquina voladora que saliese al amanecer para su país. Los que se quedaban no podían ocultar su satisfacción al verse libres de unos matones que tanto abusaban de ellos. Gillespie consideró este viaje repentino, preparado con ostentación, como una certeza de que el golpe contra él sería aquella misma noche.

Además, prescindiendo de las dificultades materiales; contando para tramoyista y pintor escenógrafo con una exuberante y voladora imaginación; construyendo en el seno del espacio sin límites un teatro ideal, donde quepan cielo, infierno y creación entera, y proporcionándose una compañía de comediantes, donde haya ángeles, diablos, ondinas, sílfides, Oberon, Titania, Ariel, dioses del Olimpo, dioses subterráneos, todos los bienaventurados de la corte celestial, el Padre Eterno, la Virgen María, brujas, monos y gatos, y hasta estrellas, ríos, montes, y terremotos que hablen y accionen, el estrecho cuadro dramático se ensancha hasta llenar la inmensidad y todo cabe en él con holgura.

Empezó a dar resoplidos, cual si quisiera meter en sus pulmones más aire del que cabía, y sacudió el cuerpo como las gallinas. El picorcillo del sol le agradaba, y la contemplación de aquel cielo azul, de incomparable limpieza y diafanidad, daba alas a su alma voladora.

Así habían permanecido los dos mucho tiempo, sufriendo el más horrible de los suplicios encerrados en aquella bolsa agitada continuamente por los movimientos que hizo el coloso para defenderse de la máquina voladora, para desamarrar la barca, para inundar la artillería de los pigmeos y para batirse al fin con los dos buques enemigos.

También existe una variedad de muy poco tamaño, y que al perseguirlo arroja un agudo chirrido: es común en todo el Archipiélago. Tagua ó ardilla. Existen varias especies: la más notable es la ardilla voladora, de cola parda y gris, con motas blancas; se sirve de la piel que le sobresale en los costados para dar su vuelo ó salto. Tampoco son muchas las variedades de paquidermos.

Teníase el miserable ejemplo de Nicosia y de Famagusta, sus defensores degollados y sus capitanes martirizados por el implacable infiel, aborrecedor del cristiano y nunca satisfecho de su sangre; y tal era el pavor que la voladora fama traía en sus alas, de las crudezas de aquella numerosa hueste de sanguinarias fieras, que capitanes tales y tan probados por su prudencia en el consejo y su bravura en lides, como Andrea Doria, Ascanio de la Corna y Sebastián Veniero, aconsejaron a don Juan de Austria, teniendo por temeridad el embestir contra el turco; pero el generoso mancebo, por cuyas venas corría la sangre del nunca vencido, ni en temor por nada puesto, emperador Carlos V, de gloriosa memoria, respondió a las dudas y a los temores de todos: Señores, ya no es hora de aconsejar, sino de combatir.

Pero como nuestros gobernantes no le conocen y temen una humorada como las de aquel Hombre-Montaña que se enloquecía bebiendo un líquido cáustico, será usted sometido á las siguientes precauciones: »Una máquina voladora irá delante, después de haber enroscado un cable á su cuello. Otra volará detrás, con su cable amarrado á las dos manos de usted cruzadas sobre la espalda. Puede avanzar sin miedo.

Pero se notaba en su mutismo algo que hacía recordar la doctrina de Popito acerca de la armonía entre los dos sexos. Se sucedían con rapidez las noticias de Balmuff. Las transmisiones aéreas hacían vibrar el espacio incesantemente, y cada media hora descendía una máquina voladora sobre el palacio del gobierno, viniendo de los últimos confines del mundo conocido.

Guiado por la máquina voladora que iba delante y dirigido igualmente por la máquina de atrás, que funcionaba á modo de timón, Gillespie sólo tenía que fijarse en el suelo para ver dónde colocaba sus pies. Empezó á marchar por un camino de gran anchura para aquellos seres diminutos, pero que á él le pareció no mayor que un sendero de jardín.