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Marchaban á combatir á los hombres porque estaban en la capital; de haberse encontrado en Balmuff, hubiesen ido á combatir á las mujeres, profiriendo gritos radicalmente contrarios con el mismo entusiasmo y la misma voluntad de ser héroes. El Hombre-Montaña adivinó desde las primeras horas del día que algo extraordinario estaba ocurriendo en la Ciudad-Paraíso de las Mujeres.

Los insurgentes de Balmuff se habían lanzado con piedras y palos sobre la Universidad de su capital, apoderándose de ella sin más esfuerzo que repartir unos cuantos garrotazos entre los profesores femeninos y otros empleados de igual sexo que dependían del lejano y omnipotente Momaren.

El jefe militar de Balmuff era una amazona membruda y de labios bigotudos, desterrada de la capital á causa de sus costumbres demasiado libres. Este guerrero rió al saber que la canalla masculina que hacía sus delicias en secreto se armaba con los artefactos inútiles del pasado, y se limitó á ir en su busca con unas cuantas máquinas expeledoras de rayos negros.

Después de tantos años de paz, cuando nadie se acordaba de la existencia de las antiguas guerras, acababa de surgir una guerra. En Balmuff, uno de los Estados más lejanos y pobres, se habían sublevado el día anterior todos los hombres contra el gobierno de la Confederación, dirigidos por algunos jóvenes excéntricos de los que figuraban en el partido masculista.

Pero se notaba en su mutismo algo que hacía recordar la doctrina de Popito acerca de la armonía entre los dos sexos. Se sucedían con rapidez las noticias de Balmuff. Las transmisiones aéreas hacían vibrar el espacio incesantemente, y cada media hora descendía una máquina voladora sobre el palacio del gobierno, viniendo de los últimos confines del mundo conocido.

Ya no era Balmuff el único país ganado por la revolución. Los hombres de otras regiones inmediatas se habían sublevado igualmente, y parecían contar con el mismo invento de la coraza vaporosa repeledora de los rayos negros. Todos ellos se pertrechaban á estilo antiguo en los museos, venciendo instantáneamente con sus armas de repetición á las tropas gubernamentales.