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Delante de tenía al hombre, al hombre primitivo en toda su augusta sencillez y verdad, sin absurdas ideas metafísicas, sin religión, sin moral, sin los tristes idealismos que tuercen y adulteran el curso sagrado de la Naturaleza. ¡Ah, no! Aquel hombre no pretendía ridículamente oponerse, como nosotros, a sus leyes inflexibles, a la ley de la lucha por la existencia, o de la selección.

Procura no pasar por las iglesias donde está la imagen de San Pedro: el santo no es muy aficionado a gallos, y mucho menos a su canto. Huye también de ciertos hombres que hay en el mundo, llamados cocineros, los cuales son enemigos mortales nuestros y nos tuercen el cuello en un santiamén. Y ahora, hijo mío, Dios te guíe y San Rafael Bendito, que es abogado de los caminantes.

Al pisar su primer recinto, entrando por la escalera de Damas, un cancerbero con sombrero de tres picos, después de tomarnos la filiación, indiconos el camino que habíamos de seguir para dar con la casa de nuestro amigo. «Tuercen ustedes a la izquierda, después a la derecha... Hay una escalerita. Después se baja otra vez... Número 67».

Los descoyuntados, los que se tuercen y doblan de manera insólita, los que alzan con los dientes enormes pesos y hacen otras habilidades por el mismo estilo, aunque nos maravillen, repugnan por lo antinatural del ejercicio y más aún por la perversa preparación que el ejercicio presupone, y en la cual es probable que hayan sucumbido no pocos antes de llegar a ser maestros y de poder lucirse.

Ellas son las que tuercen con más facilidad la dureza de la justicia.... No; las mujeres no tienen nada que pedir á Dios, pues todo lo reciben de los hombres.... Y los hombres, cuando trabajan por la gloria, por la ambición ó por amor al dinero, no hacen en el fondo mas que trabajar por ellas y para ellas. Reverbera en las blancas fachadas el sol de las primeras horas de la tarde.

Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos, refrigerio las nieves, baños la lluvia, músicas los truenos y hachas los relámpagos; para nosotros son los duros terreros colchones de blandas plumas; el cuero curtido de nuestros cuerpos nos sirve de arnés impenetrable que nos defiende; a nuestra ligereza no la impiden grillos, ni la detienen barrancos, ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le menoscaban garruchas, ni le ahogan tocas, ni le doman potros.

Como yo soy ferviente admirador de Rafaela, no se ha de extrañar que vea y note cierta bondad ingénita hasta en aquella parte de su alma que la induce e impulsa hacia lo malo. Si ella peca, según se murmura, a pesar del honesto recato con que lo encubre, su pecado, en mi sentir, nace de ciertas virtudes originales, que no cómo demonios se tuercen y se ladean.

Niéguese usted a hacer el papel de la pieza nueva... ese de la estatua. ¿A que no le tuercen a usted la voluntad? Si es usted franca al decir que le disgustan las mallas, saldrá usted ganando no tener que ponérselas.

Las ruedas dan vueltas con movimiento uniforme, lo mismo si aplastan á un obrero que si tuercen un hilo apenas visible. De lejos, cuando nos paseamos por las colinas, oímos el terrible gemido de la máquina que hace vibrar á su alrededor la atmósfera y la tierra.

El amante de María la comedianta y Margarita la monja, sin ser hombre de mala índole, fue detestable rey: nacido acaso para que en él se mostrase de qué modo ciertas instituciones tuercen y bastardean la condición humana; porque así como las alturas de la Naturaleza causan el vértigo, en las cumbres sociales la tentación triunfa de la voluntad y la lisonja sofoca la virtud.