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De madera rojiza amoratada, textura sólida, fibras comprimidas y poros poco visibles; tiene un olor particular que recuerda al del cuero curtido; muy difícil de labrar, es muy abundante. Árbol de gran magnitud. Damal. Madera sumamente blanda, aunque resiste; se emplea para tornear. Ebano. Guijo. De primera magnitud, muy abundante, de madera rojiza.

Hombre curtido por dentro y por fuera, incapaz de entusiasmo por nada, revelaba Pez en su cara un reposo semejante, aunque parezca extraño, al de los santos que gozan la bienaventuranza eterna. , el rostro de Pez decía: «He llegado a la plenitud de los tiempos cómodos.

El más curtido y experimentado en amor de todos los mozalbetes que viven en París, no podría describir con mayor exactitud que el divino Homero los medios de seducción de que se vale una mujer para engañar, enloquecer y adormecer a su marido o a su amante.

Eran tres: uno de Marsella y dos de Córcega; los tres pequeños, barbudos, con igual rostro curtido y resquebrajado, e idéntico gabán de pelo de cabra, pero de aspecto y humor completamente distintos y aun contrarios. De la manera de vivir de aquellas gentes, deducíase al punto la diferencia de ambas razas.

Entretanto, Ricardo trabaja en el campo; cura ovejas, marca novillos, hace apartados, traza nuevos potreros, levanta alambrados. No te puedes imaginar la actividad que desarrolla. Va poniendo la estancia que es una maravilla. Está fuerte, curtido; colorado. Su contacto con la Naturaleza, con el sol, el aire, las lluvias, le da un brío y una fortaleza admirables.

La señora Chermidy vio entrar un viejo alópata, curtido en el ejercicio de la profesión, que no creía en los milagros, que gustaba de colocar las cosas en lo peor y que se extrañaba de que un animal tan frágil como el hombre pudiese llegar sin accidente a los sesenta años.

¡Hola! dijo ella con una sonrisa repugnante ; ¡hola! ¡, tan fuerte, y tiemblas! Tiemblo... tiemblo... Si crees que es posible sentir tu garra sobre mi piel, te equivocas. Pero, si en lugar de ese cuero negro y curtido se tratase de una mano blanca y regordeta, ya verías entonces si Kernok... Y balbuceaba, bajando involuntariamente la vista ante la mirada fija e insistente de la bruja.

Don Silvestre Seturas tenía cuarenta años de edad, plus minusve, y era todo lo alto, robusto, curtido y cerrado de barba que puede ser un mayorazgo montañés que no ha salido nunca de su aldea natal más allá de un radio de tres leguas, cabalgando en el clásico cuartago, al consabido trote cochinero, como dicen por acá, ó al paso de la madre, expresándonos según los cultos castellanos ... de Becerril de Campos.

Y los carreteros de cutis curtido, que restañaban alegremente el látigo al pasar por la ventana baja en la que la silla alta del niño Carlos reemplazaba al gran sillón de la de Raynal. Y los aldeanos que volvían de los campos, agobiados bajo el peso del haz de hierbas, de leña o de espigas, levantaban la espalda encorvada para sonreírle.

Risas, algazara, pataleos... Junto al niño cantor había otro ciego, viejo y curtido, la cara como un corcho, montera de pelo encasquetada y el cuerpo envuelto en capa parda con más remiendos que tela. Su risilla de suficiencia le denunciaba como autor de la celebrada estrofa. Era también maestro, padre quizás, del ciego chico y le estaba enseñando el oficio.