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Yo los cordeles para designiar el fuerte en la mano á D. Sancho de Leyva. Verdad es que el designio estaba hecho por quien lo entendía mejor, y se había estrechado casi dos tantos de lo que D. Alvaro había platicado.

Pensaba tan sólo que con un coleto de ante, un morrión y un acero toledano, escogiendo a su guisa las comarcas, hubiera hecho mucho más en bien de la Santa Fe Católica que dejando correr sus días atado con cordeles de calumnia y de estulticia a una poltrona canonjil.

Aunque tocaba en los setenta años, estaba firme y robusto aún, si bien había perdido ciertos ímpetus juveniles, que le habían hecho famoso, llevándole en ocasiones á imitar al Divino Redentor, más que en la mansedumbre, en aquel arranque que tuvo cuando hizo azote de unos cordeles y echó á latigazos á los mercaderes del templo.

Colgó la penca en un clavo, que estaba con otros de que colgaban cordeles, lazos, cuchillos, escarpias y otras herramientas del oficio. Díjome que por qué no me quitaba el manteo y me sentaba; yo le dije que no lo tenía de costumbre.

Asi América gime entre cordeles Al rudo potro colonial atada, Seguida por la jauría de lebreles; Y exánime, y sangrienta y lacerada Corre, cae, se levanta y de laureles, Resplandece su frente coronada. Herido por un dardo en la pelea Epaminondas cae sobre su escudo, Abierto el pecho por el dardo agudo Que mata el cuerpo, pero no la idea.

ABIND. Doyla tormento Por que diga la verdad; Que es juez mi voluntad Y potro mi pensamiento. Con los diez dedos te aprieto, Cordeles de mi rigor, Siendo verdugo el amor, Que es riguroso en efeto, Pues agua no ha de faltar, Que bien la darán mis ojos; Di verdad a mis enojos. JARIFA. Paso, que es mucho apretar; Que no lo , por tu vida. ABIND. Yo no lo pregunto a ti.

Con efecto, estando allí muy tranquilo mirando correr el agua de jabón y viendo a las lavanderas colgar sus ropas en los cordeles, dieron sobre el presidente del Consejo de Ministros, el de la Juventud Católica, el ministro de Fomento y el de Gracia y Justicia, los cuales inmediatamente me amarraron y me condujeron a la cárcel.

Que tus cordeles me amarren, Que tus uñas me desgarren Sombrío genio del mal! Que un fanal Alza otro genio divino, Alumbrándome el camino Que cruza el alma inmortal! Poeta, que cual sombra fugitiva Cruzaste por el valle mundanal, Duerme, mientras un hombre á tu sepulcro Llega á entonar un himno funeral.

El adorno del teatro era una manta vieja, tirada con dos cordeles de una parte á otra, que hacían lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban los músicos, cantando sin guitarra, algún romance antiguoEsta cita no puede pasar sin hacer ciertas observaciones necesarias.

Pusimos el hato en el carro de un Diego Monje; era una media camita y otra de cordeles con ruedas, para meterla debajo de la otra mía y del mayordomo, que se llamaba Aranda; cinco colchones y ocho sábanas, ocho almohadas, cuatro tapices, un cofre con ropa blanca y las demás zarandajas de casa.