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Deberíamos haberle ofrecido unas gotas de láudano. No articuló palabra Clarita; pero sus ojos negros cuajados de lágrimas me dijeron muchas cosas en una última mirada. Con el dardo de esta mirada clavado en el pecho, me volví a Venado-Tuerto, a la estancia, donde me requerían urgentes trabajos. No sin llevarme una biblioteca de bridge, tres docenas de juegos de naipes y una gruesa de «anotadores».

Por la media luna que va encima juzgo que debe de ser la divisa de Hugo Lutrel, hijo mayor del viejo condestable, á quien retiramos del campo de batalla de Romorantín con el pie atravesado por un dardo. Allí á la izquierda campea el casco con plumas rizadas de los Debrays.

Al llegar junto a , echome los brazos al cuello, exclamando: ¡Es una santa, una esposa de Cristo; es El quien habla por sus labios!, y gemía como un hombre que no osa arrancarse del pecho el dardo con que acaban de herirle. Desde entonces púsose a observaros de lejos, y os vio derramar por todas partes vuestra cristiana bondad.

Y era muy particular; estaba tan tranquila, sin pensar en semejante cosa, y por cualquier incidente, por una palabra sin interés o referencia trivial, le asaltaba la idea como un dardo arrojado de lejos por desconocida mano y que venía a clavársele en el cerebro. Era Jacinta observadora, prudente y sagaz.

Este arco que aquí véis alcanza más lejos que esa maquinaria vuestra, con molinillo y todo, y os lo voy á probar ahora mismo. ¿Preferís tirar otra vez? Me atengo á los quinientos ocho pasos de mi último dardo.

Al acercarse divisaron todos un punto negro que se cernía á grande altura, y que muy pronto conocieron era un milano en seguimiento de su víctima. Aterrorizada la cigüeña llegó á unos cien pasos de los arqueros y el ave de rapiña empezó á trazar pequeños círculos, como si se preparase á caer sobre ella, cuando el ballestero, apuntando rápidamente, atravesó con su dardo á la pobre cigüeña.

Los adalides que los guian saben todos los caminos de las tierras que recorren; no llevan mas que una camisa muy corta, sea verano ó invierno, en las piernas unas calzas de cuero, abarcas en los piés, en la cintura una correa con un buen cuchillo, casco en la cabeza, lanza y dardo en mano, y una bolsa de piel á la espalda con pan para dos ó tres dias... Son todos catalanes y aragonesesVéase la nota 162 á la Crónica de Fr.

Roger se estremeció, porque el acerado dardo pareció atravesar de parte á parte al fugitivo. Pero éste siguió corriendo. Dos varas te digo, bodoque, comentó el viejo ballestero, apuntando con tanta calma como si tirase al blanco. Partió silbando la mortífera saeta y se vió al negro dar de repente un enorme salto, abrir los brazos y caer de cara al suelo, donde quedó inmóvil.

¿No, eh? replicó el veterano con sorna; y dando vuelta al escudo señaló en la cara interior de éste un pequeño agujero. ¿Véis esto? Pues es que ha sucedido lo que yo esperaba; vuestro dardo ha quedado atarugado en el roble á poco de atravesar el cuero, en tanto que mi flecha ha horadado el escudo de parte á parte.

He mirado tus ojos serenos, me he bañado en su luz tardecina, y he logrado saber tus angustias, y he logrado leer tus desdichas. Hay un dardo mortal en tu pecho y en tu frente una sombra querida, una tenue tristeza en tu rostro y en tu boca una vaga sonrisa... algo raro que es todo un misterio, que nadie lo acierta y no lo adivina.