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Hacía a mi novia costosos regalos: un collar de turquesas de quince mil francos... y un solitario célebre que había sido rematado en París. Todos los días, el ferrocarril le llevaba rosas frescas y orquídeas, porque, en cuanto a las flores de mi jardín, el cultivo de ellas no me daba tan buen resultado como la cría de potros.

Hablaba con entusiasmo de la operación de herrar, que don Fernando no había visto nunca. Los yegüerizos echaban sus lazos de cerda a los potros indómitos, sujetándolos por las orejas, mientras se calentaba el hierro en un fuego de boñiga seca; y al estar la marca al rojo, ¡zas!, se la aplicaban al costado, quemándose los pelos y quedando la piel señalada para siempre con la cruz y la media luna.

«A la carga! á degüello! mis sicarios, «Que mueran los salvages unitarios «Por mi mazhorca á filo de puñal; «Despedazad sus cráneos con la bola «Y arrastrad de los potros á la cola «Sus cabezas en medio de un cardal!

¡Qué desfachatez! decía Foja. Es un insensato; no sabe lo que es diplomacia, lo que es disimulo advertía Mourelo. Y yo que no quería creer a usted cuando me decía que se había quedado a comer con ellos.... ¡Ya ve usted! exclamó Glocester triunfante. ¿Y a dónde van los otros? Al Vivero, de fijo; ya sabe usted... a brincar y saltar como potros.... ¡Esas son las clases conservadoras!

Tal vez que otra, no obstante, dejan caer, entre resoplidos y cabezadas, alguna observación punzante acerca de sus colegas: ¡Vaya unos arreos lucidos que les han echado encima a los jacos de Villamediana! ¡Me da risa! ¿Qué otra cosa quieres que les pongan, chico? ¡Si son dos burros sin orejas! ¿Y qué te parece del tren de Rebolledo? Que esos potros son tan ingleses como el forro de mis pezuñas.

Para algunos países americanos, esos años sombríos son hoy un mal sueño, una pesadilla que no volverá, porque ha desaparecido el estado enfermizo que la producía. ¿Qué extranjero podrá creer, al encontrarse en el seno de la culta Buenos Aires, en medio de la actividad febril del comercio y de todos los halagos del arte, que en 1820 los caudillos semibárbaros ataban sus potros en las rejas de la plaza de Mayo, o que en 1840 nuestras madres eran vilmente insultadas al salir de las iglesias?

Hay todavía hermosas manadas, y acamparemos en las tiendas con los Cherokees... Allí verá usted potros, como no los hay en el mundo, que corren veinticuatro horas sin descansar... Pescaremos el salmón en los creeks... Hay rincones donde se cogen piezas que datan del diluvio... ¡Unos monstruos!

La vasta sábana de la ría, en vez de los tristes y metálicos reflejos del invierno, dejaba escapar ahora hermosos destellos azules, y las cáscaras de nuez, llamadas barcos por mal nombre, cabeceaban impacientes en la dársena como otros potros preparados a salir.

Dupont hinchábase con vehemente oratoria al hablar de los trabajadores del país. Repetía lo que había oído a su primo y a los religiosos que frecuentaban la casa de los Dupont, pero exagerando las soluciones, con un ardor autoritario y brutal muy del gusto de sus oyentes, gente tan ruda como rica, que encontraba placer en derribar toros y domar potros salvajes.

Excelso padre Apolo: por las musas gloriosas, por los sátiros viejos del bosque secular, por las suaves ondinas que duermen en los lagos, por la luna, tu hermana, de soñolienta faz; suelta las rojas bridas de los salvajes potros que, en furioso galope, sus crines tenderán, y que enciendan sus cascos, al chocar con los soles, reverberantes rayos de paz y libertad.