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Entre los últimos visitantes abundaron las buenas y honradas intenciones, los generosos deseos, hasta móviles de gratitud no olvidada a pesar de los años transcurridos; y en los más de los ejemplares se entendía bien claro que si llevaban encima los trapitos de cristianar y las vistosas galas, no lo hacían por vana ostentación, sino como debido tributo a la importancia de los señores visitados.

Mañana mismo, tía; yo la acompaño a usted dijo entusiasmado el chico . Verá usted mi abismo, y cuando lo vea me empujará. Y fue al día siguiente doña Lupe, vestida con los trapitos de cristianar, porque antes había ido a la gran función del asilo de doña Guillermina, por invitación de esta, de lo que estaba muy satisfecha.

Mi dinero se salvó en un papel, el auto de prisión; porque trapitos por aquí, trapitos por allá, el caprichito A, la chuchería B, ello es que se me evaporaron diez o doce mil reales en una mañana. Tu hermana es una liquidadora como no se ha visto. En su corazón, lleno de apetitos, está escrito con letras de oro «¡abajo los ricos!». Buena pieza, . Es un tigre para el bolsillo ajeno.

Cornias no se ha andado en chiquitas: todos los trapitos ha echado al sol... ¡Qué hermoso día de mar! Oiga usted, Leto le dijo Nieves muy en reserva y después de notar con el rabillo del ojo que no la oían los que venían detrás : cuando estemos en el balandro y le hayamos visto, proponga usted a mi padre que demos un paseo por la bahía. Ya estaba yo en eso respondió Leto muy ufano.

Todas ellas fingiendo cumplir un deber de cortesía con ustedes al visitarlos, se agarran a esa ocasión para darse pisto entre las gentes de la villa y meterles a ustedes sus trapitos por los ojos... Cuando concluya esta tanda, empezará la de las otras, el Faubourg Saint-Germain de aquí, «nuestra vieja aristocracia», como si dijéramos, los Carreños de abajo y los Vélez de arriba, que es ya lo único que nos queda de esa clase, y bastante averiado por cierto.

Currita, deseando despertar la emulación en provecho de los pobrecitos heridos, distribuíalos de esta suerte, y era verdaderamente un encanto, que arrasaba en lágrimas los ojos, ver aquellas tiernas parejas de inocentes doncellitas de quince a veinte años, y castos mancebitos de veinte, treinta y hasta cuarenta, sacando hilas del mismo trapito, sosteniendo por lo bajo pláticas caritativas que les animaban a la santa obra, todo, por supuesto, bajo la inspección de la angelical condesa de Albornoz, que iba de un lado a otro distribuyendo las parejas, repartiendo los trapitos, recogiendo en bandejas de plata, ayudada de sus micos, la obra ya hecha; animando a los perezosos con una sonrisa, enfervorizando a los tibios con una palabra, prendiendo por todas partes el fuego de caridad que la abrasaba a ella misma.

Mira una boda; con qué buena fe se prometen los novios eterna constancia y fidelidad. ¿Quién es aquél? Un militar; observa cómo se paga de aquel oro que adorna su casaca. ¡Qué de trapitos de colores se cuelga en los ojales! ¡Qué vano se presenta! Yo ganar batallas, parece que va diciendo. ¿Y no es cierto? Ha ganado la de *. ¡Insensato! Esa no la ganó él, sino que la perdió el enemigo. Pero...

Las mujeres de todas las clases sociales habían sacado sus trapitos de cristianar para adornarse aquel día. Ninguna iba con la cabeza descubierta. Todas, no tenían mantilla, llevaban mantones de lana ligera, o bien pañuelos que denominaban allí seáticos, o sea percal lustrosísimo, que imita la seda.

»Con menos caudal que estas dos familias y con los trapitos arreglados en casa, forman en la misma clase, primeramente, las dos nietas del Indiano, aquel fachenda que usted conoció ya viejo.

Porque de seguro me preguntará cosas como cuando una se va a confesar... ¿Y cómo me pondré? ¿Me vestiré con los trapitos de cristianar, o de cualquier manera?... Quizás sea mejor ponerme hecha un pingo, a lo pobre, para que no crea... No, no es propio.