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Estaban prendiendo fuego á la iglesia de los jesuítas. Una parte de la manifestación, rezagada en el ensanche, sitiaba el templo, rociándolo con petróleo. Ya ardían las puertas. La guardia civil corrió allá á todo galope, abandonando la manifestación. Aresti sentía un entusiasmo casi igual al del Barbas. ¡Ya ardía el odiado cubil! ¡Bilbao despertaba!... Pero iban llegando nuevas noticias.

Así tambien en el pueblo de Arque fueron víctima de la sedicion todos los vecinos españoles, establecidos en él y su quebrada. En ella asaltaron al pueblo de Colcha, y egercitaron iguales crueldades, prendiendo á su cura, el Dr.

Adela estaba prendiendo en aquel momento en sus cabellos rubios un jazmín del Cabo. Ana cosía un lazo azul a una gorrita de recién nacido, para la Casa de Expósitos. Fui a rogar respondió Juan sonriendo dulcemente , que no apremiasen por la renta de este mes a la señora del Valle. ¿A la madre de Sol? ¿de Sol del Valle?

Currita, deseando despertar la emulación en provecho de los pobrecitos heridos, distribuíalos de esta suerte, y era verdaderamente un encanto, que arrasaba en lágrimas los ojos, ver aquellas tiernas parejas de inocentes doncellitas de quince a veinte años, y castos mancebitos de veinte, treinta y hasta cuarenta, sacando hilas del mismo trapito, sosteniendo por lo bajo pláticas caritativas que les animaban a la santa obra, todo, por supuesto, bajo la inspección de la angelical condesa de Albornoz, que iba de un lado a otro distribuyendo las parejas, repartiendo los trapitos, recogiendo en bandejas de plata, ayudada de sus micos, la obra ya hecha; animando a los perezosos con una sonrisa, enfervorizando a los tibios con una palabra, prendiendo por todas partes el fuego de caridad que la abrasaba a ella misma.

Paladín de una cruzada de gloriosos caballeros que oficiaron por la patria con la cruz de sus aceros, ofreciose en holocausto como símbolo y proclama, y cayó como una torre que alevoso el rayo asedia, 70 reflejando en la pupila la visión de la tragedia y prendiendo un meteoro del zodiaco de la fama. «Martí: su vida y su obra» por Néstor Carbonell

Tomando un puñado de capullos, los fué prendiendo á lo largo de las líneas de la letra escarlata que decoraba el pecho de su madre, á la que se quedaron tenazmente adheridos. Ester no se los arrancó. El médico que, entretanto, se había acercado á la ventana, dirigió una mirada al cementerio, y sonrió amargamente.

La duquesita dio teta al hijo de Manuela durante tres días, al cabo de los cuales, doblegándose ante la enérgica actitud de su esposo, devolvió el niño a la madre, prendiendo entre los pañales un billete de Banco para que pudiese pagar nodriza.

Prendiendo fuego á un templo portentoso Erostrato su nombre eternizó; Vendiendo Judas á Jesus piadoso Su fama en el Madero se esculpió. Entregando al verdugo dos cabezas Te has hecho en nuestros fastos inmortal, Que si no tienes que contar proezas, Tienes una traicion ¡vil Sandoval!

Maximiliano contempló un rato el grupo fotográfico de las chicas de Samaniego, Aurora y Olimpia, con mantilla blanca, enlazados los brazos, la una muy adusta, la otra sentimental. ¿Por qué miraba aquello? Su turbación le llevaba a colgar las miradas aquí y allí, prendiendo el espíritu en cualquier objeto, aunque fueran las cabezas de los clavos que sostenían los retratos.

Siguiendo el hilo, prendiendo á Cosme Aldaba, atormentándole, se sabrá que el tal Cosme envenenó en las cocinas una perdiz destinada al almuerzo de la reina, que la entregó para que la sirviera el paje Cristóbal Cuero, y el paje, preso y sujeto al tormento, declarará que puso en la mesa de su majestad la perdiz envenenada; pero todas las pruebas recaerán en el sargento mayor don Juan de Guzmán.